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La primera ventaja que alcanzaron fue rechazar a los que contra ellos salieron de Capua; y tomándoles gran copia de armas de guerra, hicieron cambio con extraordinario placer, arrojando las otras armas bárbaras y afrentosas de los gladiadores. Vino después de Roma en su persecución el pretor Clodio con tres mil hombres, y cercándolos en un monte que no tenía sino una sola subida muy agria y difícil, estableció en ella las convenientes defensas. Por todas las demás partes, el sitio no tenía más que rocas cortadas y grandes despeñaderos; pero como en la cima hubiese parrales nacidos espontáneamente, cortaron los que se hallaban cercados los sarmientos más fuertes y robustos, y formando con ellos escalas consistentes y de grande extensión, tanto que suspendidas por arriba de las puntas de las rocas tocaban por el otro extremo en el suelo, bajaron por ellas todos con seguridad, a excepción de uno sólo, que fue preciso se quedara, a causa de las armas. Mas éste las descolgó luego que los otros bajaron, y después también él se puso en salvo. De nada de esto tuvieron ni el menor indicio los Romanos, y al hallarse tan repentinamente envueltos, sobresaltados con este incidente, dieron a huir, y aquellos les tomaron el campamento. Reuniéronseles allí muchos vaqueros y otros pastores de aquella comarca, gentes de expeditas manos y de ligeros pies; así, armaron a unos, y a otros los destinaron a comunicar avisos o a las tropas ligeras. El segundo pretor enviado contra ellos fue Publia Varino, y en primer lugar derrotaron a su legado Turio, que los acometió con dos mil hombres que mandaba. Después, habiendo Espártaco sorprendido, bañándose junto a Salenas, al consultor y colega de aquel, Cosinio, enviado con más fuerzas, estuvo en muy poco que no le echase mano. Huyó al fin, aunque no sin gran dificultad y peligro; pero Espártaco le tomó el bagaje, y persiguiéndole sin reposo, causándole gran pérdida, se hizo dueño también del campamento; cayó, por último, en aquella refriega el mismo Cosinio. Venció igualmente al pretor en persona en diferentes encuentros, y habiéndose apoderado de sus lictores y de su propio caballo, adquirió gran fama y se hizo temible. Con todo, echó, como hombre prudente, sus cuentas, y conociendo serle imposible superar todo el poder de Roma, condujo su ejército a los Alpes, pareciéndole que debían ponerse al otro lado y encaminarse todos a sus casas, unos a la Tracia y otros a la Galia; mas ellos, fuertes con el número y llenos de arrogancia, no le dieron oídos, sino que se entregaron a talar la Italia. En este estado, no fue sólo la humillación y la vergüenza de aquella rebelión la que irritó al Senado, sino que, por temor y por consideración al peligro, como a una de las guerras más arriesgadas y difíciles, hizo salir a aquella a los dos cónsules. De éstos, Gelio cayó repentinamente sobre las gentes de Germania, que por orgullo y soberbia se habían separado de las de Espártaco, y las deshizo y desbarató del todo. Propúsose Léntulo envolver a Espártaco con grandes divisiones; pero él se decidió a hacerle frente, y, dándole batalla, venció a sus legados y se apoderó de todo el bagaje. Retirado a los Alpes, fue en su busca Casio, pretor de la Galia Cispadana, con diez mil hombres que tenía; pero trabada batalla, fue igualmente vencido, perdiendo mucha gente, y salvándose él mismo con gran dificultad.

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