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Cuando el Senado lo supo, mandó con enfado a los cónsules que nada emprendiesen, y se nombró a Craso general para aquella guerra, al cual, por amistad y por su grande opinión, acudieron muchos de los jóvenes más principales para militar bajo sus órdenes. Entendió Craso que debía situarse en la región Picena y esperar a Espártaco, que por allí había de pasar; pero envió para observarlo a su legado Munio con dos legiones, dándole orden de que, puesto a su espalda, siguiera a los enemigos, sin que de ningún modo viniera a las manos con ellos, ni aun hiciera la guerra de avanzadas; pero él apenas pudo concebir alguna esperanza cuando trabó combate y fue vencido, pereciendo muchos y habiéndose otros salvado arrojando las armas en la fuga. Craso recibió a Mumio con la mayor aspereza, y armando de nuevo a los soldados les hizo dar fianzas de que conservarían mejor aquellas armas. A quinientos, los primeros en huir y los más cobardes, los repartió en cincuenta décadas, de cada una de ellas hizo quitar la vida a uno, a quien cupo por suerte, restableciendo este castigo antiguo de los soldados, interrumpido tiempo había; el cual, además de ir acompañada de infamia, tiene no sé qué de terrible y de triste, por ejecutarse a la vista de todo el ejército. Después de dado este ejemplo de severidad, guió contra los enemigos; mas, en tanto, Espártaco se encaminaba por la Lucania hacia el mar, y encontrándose en el puerto con unos piratas de Cilicia, intentó pasar a Sicilia e introducir dos mil hombres en aquella isla, con lo que habría vuelto a encender en ella la guerra servil, poco antes apagada, y que con pequeño cebo hubiera tenido bastante. Convinieron con él los de Cilicia y recibieron algunas dádivas: pero al cabo lo engañaron, haciéndose sin él a la vela. Movió otra vez del mar, y sentó sus reales en la península de Regio; acudió al punto Craso, y hecho cargo de la naturaleza del sitio, que estaba indicando lo que había de hacerse, se propuso correr una muralla por el istmo, sacando con esto del ocio a los soldados y quitando la subsistencia al enemigo. La obra era grande y difícil, pero, contra toda esperanza, la acabó y completó en muy poco tiempo, abriendo de mar a mar, por medio del estrecho, un foso que tenía de largo trescientos estadios, y de ancho y profundo, quince pies; sobre el foso construyó un muro de maravillosa altura y espesor. Espártaco, al principio, no hacía caso, y aun se burlaba de estos trabajos; pero llegando a faltarle el botín y queriendo salir, echó de ver que estaba cercado, y como de aquella estrecha península nada pudiese recoger, aguardando a que viniera la noche de nieve y ventisca cegó una pequeña parte del foso con tierra, con leños y con ramaje, y por allí pudo pasar el tercio de su ejército.

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