Cuando los Romanos estaban aterrados con aquella algazara, quitando repentinamente las sobrerropas que cubrían las armas aparecieron brillantes los enemigos con yelmos y corazas de hierro margiano, de un extraordinario resplandor, y guarnecidos los caballos armados con jaeces de bronce y de acero. Apareció asimismo Surenas, alto y hermoso sobre todos, aunque no correspondía lo femenil de su belleza a la opinión que tenía de valor, por usar, a estilo de los Medos, de afeites para el rostro y llevar arreglado el cabello, mientras que los demás Partos, para hacerse más terribles, dejan que éste crezca a lo Eseita, desordenadamente. Su primera intención era acometer con las lanzas y poner en desorden las primeras filas; pero cuando vieron el fondo de la formación y la firmeza e inmovilidad de los soldados romanos, retrocedieron; y pareciendo que aquello era desbandarse y perder el orden, no se echó de ver que de lo que trataban era de envolver el cuadro. Así, Craso mandó a las tropas ligeras que corriesen en pos de ellos; pero éstas no fue mucho lo que se retiraron, sino que, acosadas y molestadas por las saetas, volvieron a ponerse bajo la protección de la infantería de línea; siendo las primeras que causaron alguna conmoción y miedo en los que ya habían visto el temple y fuerza de unas saetas que destrozaban las armas y que pasaban todas las defensas, por más resistencia que tuviesen. Los Partos, separándose algún tanto, empezaron a tirarles por todas partes sin cuidadosa puntería, porque la unión y apiñamiento de los Romanos no les dejaban errar, aun cuando quisiesen, causando heridas graves y profundas, como que aquellos tiros partían de arcos grandes y fuertes, que por lo vuelto de su curvatura despedían la saeta con terrible fuerza. Era, por tanto, pésima la suerte de los Romanos, pues si permanecían en aquella formación recibían crueles heridas, y si intentaban moverse unidos perdían el poder hacer lo que hacían en su defensa y padecían lo mismo: por cuanto los Partos se retiraban delante de ellos, tirando siempre; lo que después de los Eseitas ejecutan con suma destreza. y en esto obran con la mayor sabiduría, pues que con defender su vida huyendo quitan a la fuga lo que tiene de vergonzosa.