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Surenas envió al rey Hirodes, que se hallaba en la Armenia, la cabeza y la mano de Craso, y haciendo correr en Seleucia la voz, por medio de mensajeros, de que conducía vivo a Craso, dispuso una pompa ridícula, a la que por sarcasmo dio el nombre de triunfo. Porque al más parecido a Craso de los cautivos, que era Gayo Paciano, le hizo vestir como mujer bárbara, y habiendo ensayado el que respondiese cuando le llamaran Craso o general, de este modo le llevaban a caballo, precediéndole trompeteros y lictores montados en camellos. De las varas pendían bolsas, y entre las hachas se veían cabezas de Romanos recién cortadas. Seguían después rameras seleucienses entonando canciones insultantes y ridículas contra la cobardía y afeminación de Craso, y de este espectáculo gozaron todos. Mas reuniendo el Senado de los Seleucienses, les presentó los libros obscenos de Aristides, llamados Milesíacos; esto ya no fue inventado, porque se encontraron realmente en el equipaje de Rustio y dieron ocasión a Surenas para motejar e infamar a los Romanos de que ni en la guerra podían estar sin entretenerse con tales objetos y tal leyenda. Mas el concepto que los Seleucienses formaron fue que Esopo había sido un sabio; viendo que Surenas presentaba por delante el cabo de alforja en que se contenían las obscenidades milesíacas, cuando en pos de sí traía una Síbaris Pártica en tanto número de concubinas como las que conducía en sus carros; siendo su ejército, al parecer, como las víboras y las culebras, porque las partes anteriores, y que primero aparecían, eran feroces y terribles, estando cercadas de lanzas, de arcos y de caballos, y luego la cola remataba en rameras, en crótalos, en cantos y en nocturnas disoluciones con infames mujercillas. No merecía, ciertamente, disculpa Rustio; pero no estaba bien a los Partos vituperar en los Romanos la pasión por los libros milesíacos, cuando muchos de los Arsácidas que reinaban sobre ellos habían sido descendientes de rameras de la Jonia y de Mileto.

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