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Con todo, tuvo altercados en muchas ocasiones con Alejandro, y corrió peligro a causa de Hefestión. En primer lugar, repartió éste a Evio el flautista una casa, de la que para Éumenes habían antes tomado posesión sus criados, e irritándose con este motivo Éumenes contra Alejandro, exclamó, llevando en su compañía a Méntor, que más valía ser flautista o farsante, arrojando las armas de la mano, de resulta de lo cual Alejandro tomó parte en el enfado de Éumenes y reprendió a Hefestión. Mas arrepintióse muy luego, y volvió su enojo contra Éumenes, por parecerle que, más bien que libre con Hefestión, había andado descomedido con él. Envió después a Nearco con una expedición al mar exterior, para lo que pidió caudales a sus amigos, por no haberlos en el erario real. A Éumenes le pidió trescientos talentos; pero como no le diese más que ciento, y aun éstos de mala gana y diciendo que con trabajo los había recogido de sus administradores, no se mostró ofendido ni los recibió; pero reservadamente dio orden a algunos de su familia de que pusieran fuego a la tienda de Éumenes, con el designio de cogerlo en mentira al tiempo de hacer la traslación de su dinero. Ardió la tienda antes de tiempo, con sentimiento de Alejandro, por haberse quemado los escritos de secretaría; pero el oro y plata fundido por el fuego se halló y pasaba de mil talentos. No tomó nada, sin embargo; y antes, escribiendo a todos los sátrapas y generales para que le enviaran copias de los originales que se habían perdido, mandó a Éumenes que los recogiese. En otra ocasión tuvo con Hefestión contienda por cierto presente, en la que dijo y oyó muchos denuestos; no por eso recibió entonces menos, pero habiendo muerto Hefestión de allí a poco el Rey, que lo sintió mucho, se mostraba desabrido y grave con todos aquellos que le parecía haber mirado con envidia a Hefestión mientras vivió y haberse alegrado de su muerte; entre éstos, era de Éumenes de quien tenía mayores sospechas, y muchas veces recordaba aquellas contiendas y reprensiones; mas éste, que era astuto y hábil, trató de salvarse por aquel mismo lado por donde era ofendido: porque se acogió al celo y empeño con que Alejandro quería honrar a Hefestión, proponiendo aquellos honores que más habían de ensalzar al difunto y gastando de su dinero en la construcción del monumento con profusión y largueza.

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