Estaba confiado Perdicas en que podría por sí mismo poner en ejecución sus planes; pero entendiendo que para tener guardadas las espaldas necesitaba de un centinela activo y de fidelidad, despachó de la Cilicia a Éumenes, en apariencia a su satrapía, pero en realidad para tener a raya a la Armenia, que confinaba con sus Estados, y en la que andaba promoviendo sediciones Neoptólemo. A éste, aunque era de genio orgulloso y altanero, procuró atraerlo Éumenes por medio de amistosas conferencias; él en tanto, hallando inquieta e insolente a la falange macedonia, dispuso prepararle como rival una fuerza de caballería; para lo cual concedió a los naturales que podían servir en esta arma exención de pechos y tributos; y entre éstos, a aquellos de quienes vio podría fiarse les repartió caballos, que compró a su costa; alentó sus ánimos con honores y distinciones, y habituó tanto sus cuerpos al trabajo por medio del ejercicio y las evoluciones, que de los Macedonios unos se quedaron asombrados y otros cobraron ánimo, viendo que en tan corto tiempo había reunido bajo sus órdenes una tropa de caballería que no bajaría de seis mil trescientos hombres.