Hízose con esto Sertorio muy celebrado en España; apenas volvió a Roma, fue nombrado cuestor de la Galia Cispadana, en ocasión de urgencia; amenazando, en efecto, la Guerra Mársica, se le dio el encargo de levantar tropas y de reunir armas, y como hubiese puesto mano a la obra con una diligencia y prontitud muy diferente de la pesadez y delicadeza de los demás jóvenes, adquirió fama de hombre activo y eficaz. Mas no por haber sido promovido a la dignidad de caudillo aflojó en el denuedo militar, sino que, ejecutando brillantes hazañas, y arrojándose sin tener cuenta de su persona a los peligros, quedó privado de un ojo, habiéndoselo sacado en un encuentro. De esta pérdida hizo después vanidad toda la vida, diciendo que los demás no llevaban siempre consigo el testimonio de los premios alcanzados, siéndoles forzoso dejar los collares, las lanzas y las coronas, cuando él tenía siempre consigo las señales de su valor; y los que eran espectadores de su infortunio lo eran al mismo tiempo de su virtud. Tributóle también el pueblo el honor que le era debido: porque al verle entrar en el teatro le recibieron con aplausos y con expresiones de elogio, distinción de que con dificultad gozaban aun los más provectos en edad y más recomendados por sus méritos. Pidió el tribunado de la plebe; pero, oponiéndosele la facción de Sila, quedó desairado; por lo que parece fue desde entonces enemigo de éste. Después, cuando Mario, vencido por Sila, tuvo que huir, y éste se ausentó para hacer la guerra a Mitridates, como uno de los cónsules, Octavio, mantuviese el partido de Sila, y Cina, que aspiraba a cosas nuevas, tratase de suscitar la facción vencida de Mario, arrimóse a éste Sertorio; y más viendo que el mismo Octavio estaba fluctuante y solo no se atrevía a fiarse de los amigos de Mario. Trabóse una acción reñida en la plaza entre ambos cónsules, en la que quedó vencedor Octavio, y Cina y Sertorio, que habían perdido poco menos de diez mil hombres, huyeron; pero como hubiesen podido reunir con sus persuasiones la mayor parte de las tropas esparcidas por la Italia, volvieron muy pronto en estado de poder medir las armas con Octavio.