12

A este tiempo quiso Farnabazo tener una entrevista con él, y Apolófanes de Cícico, que era huésped de ambos, los reunió. El primero que concurrió con sus amigos al sitio convenido fue Agesilao y en una sombra encima de la hierba, que estaba muy crecida, se tendió a esperar a Farna- bazo; llegado el cual, aunque se le pusieron alfombras de diferentes colores y pieles muy suaves, avergonzado de ver así tendido a Agesilao, se reclinó también en el suelo sobre la hierba, sin embargo de que llevaba un vestido rico y sobresaliente por su delgadez y sus colores. Saludáronse mutuamente, y a Farnabazo no le faltaron justas razones para quejarse de que habiendo sido muy útil en diferentes ocasiones a los Lacedemonios durante la guerra con los Atenienses, ahora aquellos mismos le talaban su país; pero Agesilao, a pesar de ver que los Espartanos que le habían acompañado, de vergüenza tenían los ojos bajos, sin saber qué decir, porque realmente consideraban ser Farnabazo tratado con injusticia: “Nosotros ¡oh Farnabazo!- le dijo-, siendo antes amigos del rey, tomábamos amistosamente parte en sus negocios; y ahora, que somos enemigos, nos habemos con él hostilmente. Viendo, pues, que tú quieres ser uno de los bienes y propiedades del rey, con razón le ofendemos en ti; pero desde el día en que quieras más ser amigo y aliado de los Griegos que esclavo de¡ rey, ten entendido que estas tropas, nuestras armas, nuestras naves y todos nosotros seremos defensores y guardas de tus bienes y de tu libertad, sin la cual nada hay para los hombres ni honesto ni apetecible.” Manifestóle en consecuencia de esto Farnabazo su modo de pensar diciéndole: “Sí el rey encargase el mando a otro que a mí, estaré con vosotros; pero si a mí me lo confía no omitiré medio ni diligencia alguna para defenderme y ofenderos por su servicio.” No pudo menos Agesilao de oírlo con placer; tomóle la diestra, y levantándose: “¡Ojalá, oh Farnabazo,- le dijo-, te- niendo tales prendas, fueras más bien mi amigo que mi enemigo!”

Share on Twitter Share on Facebook