Observando Agesilao que todos los Griegos le habían oído con gusto y se adherían a él, le preguntó sí creía justo y equitativo que la Beocia quedase independiente, y repreguntándole Epaminondas con gran prontitud y resolución si tenía él por justo quedara independiente la Laconia, levantándose Agesilao con enfado le propuso que dijera terminantemente si dejarían independiente la Beocia. Volvió entonces Epaminondas a replicarle si dejarían independiente a la Laconia, con lo que se irritó Agesilao; de manera que aprovechando la ocasión borró de los tratados el nombre de los Tebanos y les declaró la guerra, diciendo a los demás Griegos que, avenidos ya entre sí, podían retirarse, en el concepto de que por lo que pudiera aguantarse regiría la paz, y lo que pareciese insufrible se quedaría a la decisión de la guerra, pues que era sumamente dificultoso aclarar y concertar todas las desavenencias. Hallábase casualmente por aquel tiempo Cleómbroto con su ejército en la Fócide, y los Éforos le enviaron al punto orden de que marchase con sus tropas contra los Tebanos. Convocaron también a los aliados, y aunque con disgusto, por hacérseles muy molesta la guerra, acudieron, sin embargo, en gran número, porque todavía no se atrevían a contradecir o disgustar a los Lacedemonios. Hubo muchas señales infaustas, como dijimos en la Vida de Epaminondas; y aunque Prótoo el Espartano se opuso a la expedición, no cedió Agesilao, sino que llevó adelante la guerra, con la esperanza de que, habiendo quedado fuera de los tratados de los Tebanos, al mismo tiempo que toda la Grecia gozaba de la independencia, había de ser aquella la oportunidad de vengarse de ellos; pero la oportunidad lo que declaró fue que en decretar aquella expedición tuvo más parte la ira que la reflexión y el juicio, porque en el día 14 del mes Esciroforión se hicieron los tratados en Lacedemonia, y en el 5 del mes Hecatombeón fueron vencidos en Leuctras, no habiendo pasado más que veinte días. Murieron mil de los Lacedemonios y el rey Cleómbroto, y alrededor de él los más alentados de los Espartanos. Dícese que entre éstos murió también Cleónimo, aquel joven gracioso, hijo de Esfodrias, y que, habiendo caído en tierra tres veces delante del rey, otras tantas se volvió a levantar para combatir con los Tebanos.