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En Mégara, cuando volvía con el ejército de Tebas, al subir al alcázar y palacio del gobierno, le acometió una fuerte convulsión y dolores vehementes en la pierna sana, que apareció muy hinchada y como llena de sangre, con una terrible inflamación. Un cirujano natural de Siracusa le abrió la vena que está más abajo del tobillo, con lo que se le mitigaron los dolores; pero saliendo en gran copia la sangre, sin poder restañarla, le sobrevinieron desmayos y se puso muy grave; mas al cabo se contuvo la sangre, y llevado a La- cedemonia quedó por largo tiempo muy débil e imposibilitado de mandar el ejército. Sufrieron en este tiempo frecuentes descalabros los Espartanos, por tierra y por mar; el mayor de todos fue el de Tegiras, donde por la primera vez fueron vencidos y derrotados de poder a poder por los Tebanos. Aun antes de esta derrota había parecido a todos conveniente hacer una paz general; y concurriendo de toda la Grecia embajadores a Lacedemonia para ajustar los tratados, fue uno de éstos Epaminondas, varón insigne por su educación y su sabiduría, pero que no había dado todavía pruebas de su pericia militar. Como viese, pues, que todos los demás se sometían a Agesilao, él sólo manifestó con libertad su dictamen, haciendo una proposición útil, no a los Tebanos, sino a la Grecia, pues les manifestó que con la guerra crecía el poder de Esparta, cuando todos los demás no sentían más que perjuicios, y los inclinó a que fundaran la paz sobre la igualdad y la justicia, porque sólo podría ser duradera quedando todos iguales.

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