Dejó pasmado al pueblo la magnanimidad de este joven, y se mostraba muy contento porque al cabo de unos trescientos años había parecido un rey digno de Esparta; pero Leónidas se creyó por lo mismo más obligado a hacer oposición, echando la cuenta de que le había de ser preciso hacer otro tanto sin que los ciudadanos se lo agradecieran igualmente; porque sucedería que, a pesar de poner todos y cada uno cuanto tenían, el honor sería solamente para el que había comenzado. Preguntó, pues, a Agis si entendía que Licurgo había sido un varón justo y celoso, y como dijese que sí: “¿Pues cómo- le replicó- no hizo Licurgo aboliciones de deuda, ni admitió a los extranjeros a la ciudadanía, ni creyó que podría estar bien constituida la república que no diese la exclusiva a los forasteros?” Mas respondióle Agis que no se maravillaba de que Leónidas, criado en tierra extraña y padre de hijos nacidos de matrimonios contraídos con hijas de sátrapas, desconociera a Licurgo, el cual juntamente con el dinero había desterrado de la ciudad el tomar y el dar a logro, y con más odio que a los forasteros de otras ciudades miraba a los que en Esparta desdecían de los demás en su modo de pensar y en su método de vida. Porque si no dio acogida a aquellos, no fue por hacer guerra a sus personas, sino temiendo su conducta y sus modales, no fuera que, fundidos con sus ciudadanos, engendraran en ellos el amor al regalo, la molicie y la codicia; y así era que Terpandro, Tales y Ferecides, con ser extranjeros, habían recibido los mayores honores en Esparta, a causa de que en sus versos y en sus discursos conformaban enteramente con Licurgo. “Tú mismo- le dijo- alabas a Écprepes, porque siendo Éforo cortó con la azuela dos de las nueve cuerdas del místico Frinis, y también a los que hicieron otro tanto después con, Timoteo, y de mí te ofendes porque quiero desterrar de Esparta para el regalo, el lujo y la vana ostentación; como si aquellos no se hubieran propuesto quitar en la música lo superfluo y excesivo, para que no llegáramos a este extremo de que el desorden y abandono en la conducta y usos de cada uno hayan hecho una república disonante y disconforme consigo misma.”