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- En consecuencia de esto, la muchedumbre se decidió por Agis; pero los ricos rogaban a Leónidas que no los abandonase, y lo mismo a los ancianos, cuya autoridad tomaba la principal fuerza de haber de preceder su dictamen; así, que con las súplicas y las persuasiones alcanzaron, por fin, que ganaran por un voto los que desaprobaban la retra. Mas Lisandro, que todavía conservaba su cargo, se propuso perseguir a Leónidas, valiéndose de una ley antigua que prohibía que un Heraclida tuviera hijos en mujer extranjera, y que imponía pena de muerte al que saliera de Esparta para trasladar su domicilio a otro Estado. Acerca de esto instruyó a otros, y él con sus colegas se puso a observar la señal Redúcese ésta práctica a lo siguiente: de nueve en nueve años escogen los Éforos una noche del todo serena y sin luna; siéntanse y se están callados mirando al cielo, y si una estrella pasa de una parte a otra, juzgan que los reyes han faltado en las cosas de religión, y los suspenden de la autoridad hasta que viene de Delfos o de Olimpia un oráculo favorable a los reyes suspensos. Diciendo, pues, Lisandro que él había visto la señal, puso en juicio a Leónidas, y presentó testigos que declararon haber tenido dos hijos en una mujer asiática, que le había sido ofrecida en matrimonio por un subalterno de Seleuco, con quien habitaba, y que odiado y mal visto de la mujer, había vuelto a Esparta contra su anterior propósito, y había ocupado el reino, que carecía de sucesor; al mismo tiempo que le suscitaba esta causa, persuadió a Cleómbroto que reclamara el trono, por ser de la familia real, aunque era también yerno de Leónidas. Concibió éste gran temor, y se refugió al Calcieco, que era un templo de Atena, donde acudió asimismo a suplicar por él la hija, dejando a Cleómbroto. Llamado, pues, a juicio, como no compareciese, lo dieron por decaído del reino, y lo adjudicaron al yerno.

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