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Agis, pues, en bondad de carácter y en magnanimidad se aventajaba tanto no sólo a éste, sino quizá a todos los que habían reinado después de Agesilao, que, a pesar de haberse criado en la abundancia y en el regalo y delicadeza de las mujeres, por ser su madre Agesístrata y su abuela Arquidamia las que más riquezas poseían entre los Lacedemonios, aun no había cumplido los veinte años cuando al punto se declaró contra todos los placeres; y renunciando a todo lujo, para no conceder nada a la gracia de la figura con quitar lo que parece un inútil ornato del cuerpo, empezó a hacer gala de la capa espartana y a gastar de las comidas, de los baños y del modo de vivir lacónicos, diciendo que en nada tenía el reino, si por él no recobraba las antiguas leyes y las costumbres patrias.

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