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Habiendo resuelto desistir de este medio, invadió abiertamente con ejército la Argólide y se puso a talar el país, donde, habiendo tenido con Aristipo una recia batalla junto al río Cares, se le culpó después de haber abandonado el combate y haber malogrado la victoria; porque siendo indudablemente vencedoras las otras tropas y habiendo ido de carrera muy adelante, él, no tanto por ser estrechado de los que contra sí tenía como por desconfiar de la victoria y haberse acobardado, se retiró muy en orden al campamento. Cuando los otros, volviendo de perseguir a los enemigos, se le mostraron disgustados de que, habiendo ellos rechazado a los enemigos y matándoles mucha más gente que la que habían perdido, se consintiese a los vencidos erigir contra ellos un trofeo, avergonzado, determinó volver a la contienda por él, y no dejando pasar más que un día, sacó otra vez ordenado su ejército; pero en vista de que habían acrecentado su número y se presentaban más osadas las tropas a el tirano, no se atrevió, y recogió por capitulación los muertos. Cubrió, sin embargo, y compensó este yerro con su inteligencia y amabilidad para el gobierno y para el trato, y aun agregó la ciudad de Cleonas a los Aqueos. Celebró en ella los juegos Nemeos, como que le eran hereditarios y tenía a ellos preferente derecho. Celebráronlos asimismo los Argivos, y entonces por primera vez sufrió quebranto la inmunidad y seguridad concedida a los competidores, porque a cuantos Aqueos de los que lidiaron pudo aprehender al paso por su territorio los vendió como enemigos. ¡Tan extremado e implacable era en su odio a los tiranos!

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