Dice, pues, Dinón que, muerto Artagerses, Ciro acometió denodadamente a los que protegían al rey, llegando a herirle a éste el caballo; pero pudo salvarse. Proporcionóle Teribazo que montase otro caballo, diciéndole: “Acuérdate, ¡oh rey!, de este día, porque no es de olvidar”; y otra vez Ciro acosó con su caballo a Artojerjes, y le derribó. Indignóse sobremanera el rey al tercer encuentro, y diciendo “más vale morir”, lanzó un dardo contra Ciro, que temeraria y ciegamente se metía por las saetas enemigas; tiráronle también los que junto al rey estaban, y cayó Ciro, según dicen algunos, herido de mano del rey; según algunos otros, dándole el golpe mortal uno de Caria, a quien el rey concedió, en premio de esta acción, que llevara siempre un gallo de oro sobre una lanza al frente de la hueste en los ejércitos; porque los Persas a los de Caria le llamaban gallos, a causa de los penachos con que adornaban sus cascos.