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Quedábale a Parisatis otro blanco, que era Masabates, aquel eunuco del rey que cortó a Ciro la cabeza y la mano. No le daba éste motivo ni asidero ninguno, y Parisatis discurrió de este modo de traerle a sus lazos. Era para todo mujer astuta, y diestra en el juego de los dados, por lo que antes de la guerra jugaba muchas veces con el rey, y después de ella, cuando ya se habían reconciliado, no se negaba a las demostraciones del rey, sino que tomaba parte en sus diversiones y era sabedora de sus amores, terciando en ellos y presenciándolos, con el cuidado, sobre todo, de que conversara y se llegara a Estatira lo menos posible, por aborrecerla más que a nadie, y también para poder aparentar que ella era la que gozaba del mayor favor. En una ocasión, pues, en que el rey estaba alegre y sin qué hacer, lo provocó a jugar la suma de mil daricos; echaron los dados, y habiéndose dejado ganar, entregó el dinero. Fingió, sin embargo, sentimiento y gana de continuar, proponiendo que se pusiera a jugar de nuevo, y que fuera lo que se jugase un eunuco. Hicieron el convenio de que cada uno exceptuaría cinco, los que tuviese de mayor confianza, y de los demás el vencedor elegiría, y el vencido habría de entregarlo; bajo estas condiciones se pusieron a jugar. Dio grande atención al juego, no omitiendo nada de su parte, y como además le fuesen favorables los lances, ganó y se hizo dueña de Masabates, que no era de los exceptuados; y antes que él pudiera tener sospecha ninguna de su intención, lo entregó a los ejecutores de la justicia con orden de que lo desollaran vivo; el cuerpo, puesto de lado, lo amarraron en tres cruces, y la piel la tendieron con separación en otro palo. Hecho esto, el rey manifestó el mayor pesar, mostrándosele irritado, y ella por burla: “¡Cuán amable y gracioso eres- le decía- si así te dueles por un eunuco viejo y perverso, cuando yo, habiendo perdido mil daricos, callo y aguanto!” El rey, aunque no dejó de sentir el engaño, nada hizo; pero Estatira, que abiertamente la contradecía en todo, hizo también con esta ocasión demostraciones de disgusto, no pudiendo sufrir que Parisatis diera muerte injusta y cruel, a causa de Ciro, a los hombres y a los eunucos más fieles al rey.

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