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Este fin tuvo aquella conjuración. Con esto Oco se alentó en sus esperanzas fomentado por Atosa; mas, con todo, aun le inspiraba miedo, de los legítimos, Ariaspes, que era el que quedaba. y de los espurios, Arsames; porque en cuanto a Ariaspes, deseaban los Persas que reinase, no tanto porque era mayor que Oco como por su condición benigna, sencilla y humana; y Arsames, además de tener talento, no se le ocultaba a Oco que gozaba de la predilección del padre. Incidió, pues, a entrambos, y siendo hombre tan propio para un engaño como para un asesinato, usó de la crueldad de su carácter contra Arsames, y de su maldad y ruindad contra Ariaspes. Envió, pues, a éste varios eunucos y amigos del rey que continuamente le estuviesen anunciando amenazas y expresiones terribles del padre, como que tenía resuelto quitarle la vida cruel o ignominiosamente. Dándole, pues, a entender cada día que lo participaban estos secretos, y diciéndole unas veces que el peligro no era próximo, y otras que no faltaba nada para que el rey pusiera por obra su designio, de tal manera le abatieron y fue tanto su aburrimiento y su confusión sobre lo que haría, que preparó un veneno mortal y, tomándole, se quitó la vida. Cuando el rey supo el género de muerte de Ariaspes, le lloró, y sospechó la causa; pero no se resolvió, por la vejez, a inquirir y proceder sobre ella, y con esto aun se acrecentó su amor a Arsames, notándose que de él principalmente se fiaba, haciéndole su confidente: por lo cual Oco no dilató sus proyectos, sino que, echando mano de Arpates, hijo de Teribazo, por mano de éste le dieron muerte. Eran ya entonces con la vejez muy pocas las fuerzas de Artojerjes, y sobreviniéndole en este estado el pesar de la muerte de Arsames, no pudo ni por momentos tolerarle, sino que al punto, de dolor y abatimiento se le apagó lo poco que le quedaba de espíritu, habiendo vivido noventa y cuatro años y reinado sesenta y dos. Contribuyó no poco a que tuviera opinión de benigno y morigerado su hijo Oco, que sobrepujó a todos en fiereza y crueldad.

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