Cleómenes, haciéndose al mar desde Egialia se dirigió al África, y acompañado por los oficiales del rey, pasó a Alejandría. Presentándose a éste, al principio no fue de él tratado sino con la común humanidad y benevolencia; pero luego que dio a conocer el temple de su ánimo, acreditándose de hombre de mucho asiento, y mostrando en el trato diario un carácter espartano y sencillo, con cierta gracia liberal e ingenua, sin mancillar en lo más mínimo su ilustro origen ni aparecer abatido por el rigor de la fortuna, tuvo ya en el corazón del rey mejor lugar que los que bajamente le lisonjeaban y adulaban; sintiendo éste pesar y vergüenza de haber mirado con abandono a un varón tan singular y haber dejado que fuera la presa de Antígono, que de resultas tanto había aumentado en gloria y en poder. Enmendando, pues, lo pasado con nuevas honras y agasajos, alentó a Cleómenes, anunciándole que con naves y dinero le volvería a la Grecia y lo restablecerla en el reino. Señalole, además, una pensión de veinticuatro talentos al año, con los que se mantenía a sí mismo y a sus amigos con parsimonia y frugalidad, invirtiendo la mayor parte en socorrer benigna y humanamente a los que de la Grecia se acogían al Egipto.