Porque siendo Ninfidio Sabino prefecto del pretorio, como hemos dicho, con Tigelino, en el momento que vio del todo perdidas las cosas de Nerón, teniéndose por cierto que éste iba a huir al Egipto, persuadió a los de la guardia, como si hubiese huido ya y no estuviese todavía presente, que proclamaran emperador a Galba, prometiendo a cada uno de donativo a los de las cohortes llamadas pretorias y urbanas siete mil quinientas dracmas, y a los de afuera mil doscientas cincuenta, cantidad que no era posible juntar sin causar a todos los hombres seiscientas mil veces más males que los que Nerón había causado; así es que esto al punto perdió a Nerón; y de allí a muy poco al mismo Galba, porque al uno le desampararon con la esperanza de recibir, y al otro le quitan la vida porque no recibieron, y después, buscando quien les diera otro tanto, se consumieron en apostasías y traiciones antes de conseguir lo que esperaban. El referir individualmente y con puntualidad estos sucesos es propio de la exactitud de la Historia; pero lo que ocurrió digno de saberse en los hechos y casos de cada uno de los Césares ni aun a mí me sería permitido pasarlo en silencio.