V

Inmediatamente después señaló Galba por edicto el día en que daría individualmente la libertad a los que la pidiesen, y como la fama y el rumor hubiesen atraído mucha gente preparada y dispuesta para la novedad que se intentaba, no bien se había dejado ver en el tribunal cuando todos a una voz le proclamaron emperador; pero él, por lo pronto, no admitió este título, sino que, acusando a Nerón y lamentándose de los varones más ilustres, entre tantos como eran aquellos a quienes había quitado la vida, protestó que consagraría a la patria todos sus talentos, no César ni emperador, sino con sólo el dictado de general del Senado y del pueblo romano. Que Víndex procedió con acierto en excitar a Galba a admitir el imperio se confirmó con el testimonio del mismo Nerón, el cual, habiendo manifestado que despreciaba a Víndex y no le daban ningún cuidado los movimientos de las Galias, cuando se le notició lo de Galba, que fue estando comiendo después de haberse bañado, tiró al suelo la mesa. Sin embargo, habiendo el Senado declarado por enemigo a Galba, quiso disimular y hacer el gracioso con sus amigos, y por tanto le dijo que, hallándose escaso de dinero, no era mala la cuenta que estaba echando; pues, de una parte, cuando se sometiese a los Galos, se tomarían por presa sus bienes, y de otra, la hacienda que existía de Galba, declarado ya enemigo, podía desde luego ocuparla y venderla; así fue que dio orden para que los bienes de Galba se vendiesen, y éste, cuando lo supo, sacó a subasta cuanto a Nerón pertenecía en España, y encontró muchos y muy decididos postores.

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