XX

Gozaba Otón del favor de Séneca, y a persuasión y excitación de éste fue por Nerón enviado de protector a la Lusitania, que linda con el Océano, y le experimentaron aquellos súbditos no áspero o molesto, por saber que aquel mando se le había dado como colorido y velo de un verdadero destierro. Cuando se rebeló Galba, fue el primero de los generales que se le unió, y llevándole cuanto oro y plata tenía en utensilios y mesas, se lo entregó para convertirlo en moneda, haciéndole al mismo tiempo el obsequio de los esclavos que tenía diestros y ejercitados en el servicio doméstico de un emperador. Mostrósele en todo fiel, y en lo que ocurrió dio pruebas de que a nadie era inferior en el conocimiento y manejo de los negocios. De camino hizo todo el viaje por muchos días en la misma silla, y durante éste no se descuidó en hacer la corte a Vinio, ya en el trato y ya con sus larguezas, pero más todavía con reconocerle el primer lugar; así, por parte de éste tuvo seguro el ser quien de más influjo gozaba después de él. Aventajábale, empero, en estar fuera de envidia, por ser hombre que servía gratuitamente a los que de él se valían, y que se mostraba afable y benigno con todos. Principalmente daba la mano a los militares, y a muchos los promovió a los mandos, unas veces empeñándose con el emperador y otras interponiendo la mediación del mismo Vinio, o de los libertos Ícelo y Asiático, que eran los que tenían mayor poder en palacio. Cuando tenía a cenar a Galba, hacía siempre un regalo a la cohorte que estaba de guardia, dando un áureo a cada soldado: con lo que le contraminaba en aquello mismo que parecía hecho en su honor, atrayéndose la tropa.

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