Consultado, pues, Galba sobre sucesor, Vinio le propuso a Otón, y no de balde tampoco, sino mediante el casamiento de su hija, que había de tomar por mujer Otón después de adoptado por hijo y declarado sucesor en el Imperio; pero Galba era hombre de quien no se podía dudar que antepondría el bien público al suyo privado, y que procuraría, no lo que más le lisonjease a él mismo, sino lo que hubiera de ser más útil a los Romanos; bien que, aun cuando quisiera atender a sus propios intereses, parecía que no elegiría a Otón por heredero constándole que era desarreglado, disipador y que se hallaba abarrancado de deudas hasta en cantidad de cinco millones de sextercios. Así es que, habiendo oído a Vinio tranquila y sosegadamente, suspendió su resolución: mas con todo, como después lo hubiese designado cónsul, y por colega al mismo Vinio se tenía por cierto que a principio de año le nombraría sucesor. La tropa era seguro que vería con más gusto nombrado a Otón que a cualquier otro.