Lo que se deja dicho es lo que hemos tenido que referir acerca de Galba, varón a quien no hubo muchos entre los Romanos que le aventajaran ni en linaje ni en riqueza, y que fue en ambas cosas el primero entre todos los de su edad, habiendo vivido con honor y con gloria durante el mando de cinco emperadores; tanto que, habiendo destruido la tiranía de Nerón más bien con su gloria que con su poder, a los que con él concurrieron entonces nadie los juzgó merecedores del Imperio, aunque algunos se reputaron dignos ellos mismos; pero Galba, apellidado emperador, y no oponiéndose a que por tal se le aclamara, con prestar su nombre al arrojo de Víndex hizo que la rebelión de éste, templada con los nombres de movimiento y novedad, fuese una verdadera guerra civil a causa del varón imperial que tuvo al frente. Por tanto, estando él mismo en la inteligencia de que no tanto se encargaba del gobierno como el gobierno mismo se ponía en sus manos, se propuso mandar a unos soldados viciados por Tigelino y Ninfidio, al modo que Escipión, Fabricio y Camilo mandaron a los de su tiempo. Debilitado por la vejez, en lo relativo a armas y ejércitos fue un emperador íntegro y a la antigua; pero en cuanto a los negocios, entregado enteramente a Vinio, Lacón y los libertos, que todo lo vendían, como lo había estado Nerón a los hombres más insaciables, no dejó ninguno que echara menos su mando, aunque sí muchos que se lastimaran de su muerte.