Otón pasó al campamento establecido en Bedríaco, que es una aldea inmediata a Cremona, y deliberaba sobre la batalla, acerca de la cual a Próculo y Ticiano les parecía que, estando tan animadas las tropas con la reciente victoria, se combatiera, desde luego, sin dar lugar a que con la inacción se embotara el vigor del ejército, ni aguardar a que el mismo Vitelio llegara de las Galias. Mas Paulino decía que los enemigos tenían ya para la contienda todo cuanto podían juntar, sin que les quedase nada más, y que Otón podía esperar de la Misia y Panonia otras tantas fuerzas como las que allí tenía si quería aprovechar su oportunidad propia y no favorecer la de los enemigos; porque no estarían menos prontos los que con los pocos se arriscaban cuando les llegara mayor número de combatientes, sino que pelearían con mayor confianza; fuera de esto, que la dilación les era favorable estando abundantes de todo, cuando el tiempo había de acarrear penuria y escasez de lo más necesario a los de Vitelio, que se hallaban en país enemigo. A este parecer de Paulino accedió Mario Celso; Annio Galo no asistió al consejo, porque estaba curándose de una caída del caballo; pero habiéndole escrito Otón, le aconsejó que no convenía apresurarse, sino esperar las tropas de la Misia, que estaban ya en camino. Mas no fue esto lo que adoptó, sino que prevalecieron los que incitaban a la batalla.