El Senado, para sosegar al pueblo, como las circunstancias lo pedían, ya no hizo oposición ninguna al repartimiento de tierras, y antes propuso que se eligiera otro repartidor en lugar de Tiberio. Tomando, pues, las tablillas, eligieron a Publio Craso, pariente de Graco: porque su hija Licinia estaba casada con Gayo, y aunque Cornelio Nepote dice que la que casó con Gayo Graco no fue hija de Craso, sino de Bruto, el que triunfó de los Lusitanos, los más refieren lo que dejamos escrito. Estaba el pueblo irritado con la muerte de Tiberio, y se echaba bien de ver que esperaba oportunidad de vengarse, además de que ya empezaban a moverse causas a Nasica; temiendo, pues, el Senado por su persona, decretó, sin que hubiera objeto alguno, enviarlo al Asia. Porque los ciudadanos siempre que se encontraban con él no ocultaban su desagrado, y antes se lo mostraban a las claras, llamándole en voz alta, cuando la ocasión se les presentaba, malvado y tirano, manchado con la muerte de una persona inviolable y sagrada, y violador del más santo y venerable templo entre todos los de la ciudad. Hubo, pues, de salir Nasica de Italia, sin embargo de que debieran detenerle las ocupaciones religiosas más augustas, porque era a la sazón Pontífice máximo. Anduvo, por tanto, en países extraños, afligido y errante, y al cabo de no largo tiempo murió en Pérgamo. Y no es de maravillar que el pueblo aborreciese tanto a Nasica, cuando Escipión Africano, al que con justa razón armaron los Romanos sobre todos los demás, estuvo en muy poco que perdiera esta benevolencia del pueblo, porque a la primera noticia que sobre Numancia se le dio de la muerte de Tiberio exclamó, con aquel verso de Homero: ¡Siempre así; quien tal haga, que tal pague! Y preguntándole después en una junta pública Gayo y Fulvio qué le parecía de la muerte de Tiberio, dio una respuesta con la que significó no haber sido de su gusto los actos de aquel, de resulta de lo cual el pueblo le interrumpió en su discurso, cosa que nunca antes había ejecutado, y él prorrumpió también en expresiones ofensivas al pueblo. Pero de todo esto tratamos más detenidamente en la Vida de Escipión.