Ésta dicen haber sido desde la expulsión de los reyes la primera sedición que terminó en sangre y muerte de los ciudadanos. Las demás, que no habían sido pequeñas ni nacidas de pequeñas causas, las habían aplacado cediendo unos a otros, los poderosos por miedo a la muchedumbre y la plebe por reverencia al Senado. Entonces mismo parece que fácilmente habría cedido Tiberio tratado con blandura, y más fácilmente se habría rendido sin muertes ni heridas a los que se hubieran presentado en actitud de acometerle, no teniendo consigo arriba de tres mil hombres; pero es de creer que esta sedición se movió contra él más bien por encono y odio de los ricos que no por los motivos que se pretextaron; de lo que es grande indicio la afrenta e ignominia con que fue tratado su cadáver. Porque no le permitieron recogerlo al hermano, que lo pedía para enterrarlo de noche, sino que con todos los demás muertos lo arrojaron al río. Y aun no acabó aquí, sino que de sus amigos a unos los proscribieron y desterraron sin juzgarlos, y a otros los prendieron y les dieron muerte, entre los que pereció el orador Diófanes. A Gayo Vilio lo encerraron en una jaula, y echando en ella víboras y culebras, de este modo tan inhumano lo mataron. Blosio de Cumas fue presentado a los cónsules, y preguntado sobre los hechos ocurridos, dijo que todo lo había ejecutado de orden de Tiberio; y replicándole Nasica: “¿Y si Tiberio te hubiera mandado poner fuego al Capitolio?” Al principio no contestó sino que Tiberio no podía mandar semejante cosa; pero como muchos le repitiesen la pregunta: “Si lo hubiera mandado- dijo-, lo hubiera tenido por bien hecho, porque Tiberio no lo habría dispuesto sino por ser útil al pueblo”. Libróse entonces de esta manera, y marchando después al Asia, al lado de Aristonico, cuando las cosas de éste tuvieron mal término, se quitó la vida.