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Éste, pues, apenas salió de la puericia tuvo ya tanto nombre, que al punto se le reputó digno del sacerdocio llamado de los Augures, más bien por su virtud que por su ilustre origen. Manifestólo así Apio Claudio, varón consular y censorio, primero por su dignidad entre los senadores de Roma, y muy aventajado en prudencia a los de su edad, porque, comiendo juntos los agoreros, habló y saludó con singular cariño a Tiberio, y él mismo lo pidió para esposo de su hija; y habiéndole él otorgado con la mejor voluntad, hechos en esta forma los esponsales, al entrar Apio en su casa empezó desde la puerta a llamar a su mujer y a decirle en voz alta: “Antistia, he dado esposo a Claudia”; y admirada aquella: “¿Qué prisa o qué precipitación es esa- le respondiócomo no sea Tiberio el marido que le has proporcionado?” Bien sé que algunos refieren esto al padre de los Gracos, Tiberio, y a Escipión el Africano, pero los más son de nuestro sentir, y Polibio dice que después de la muerte de Escipión el Africano sus deudos prefirieron entre todos a Tiberio para darle en matrimonio a Cornelia, significando con esto que el padre la había dejado sin desposar ni prometer. Militó el joven Tiberio en África con Escipión el Menor, que estaba casado con su hermana; y viviendo en una misma tienda con el general, al punto comprendió su índole, que daba grandes y continuos ejemplos de virtud, dignos de que todos los emulasen e imitasen. Bien presto, pues, se aventajó a todos los jóvenes en disciplina y en valor, y fue el primero que trepó al muro enemigo, como lo escribe Fanio, diciendo que él también subió con Tiberio y participó de aquel prez de valor. Así, mientras estuvo presente, tuvo el amor de los soldados, y después de haber partido del ejército fue muy sentida su ausencia.

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