Con esto aprendió Pirro a guardarse con más cuidado, y viendo que cedía la caballería, mandó venir la hueste y la puso en orden, y dando entonces su manto y sus armas a Megacles, uno de sus amigos, disfrazándose en cierta manera con las de éste, acometió a los Romanos. Recibieron éstos el choque y acometieron también, habiéndose mantenido la batalla indecisa por mucho tiempo, pues se dice que alternativamente se retiraron y se persiguieron hasta siete veces; y el cambio de las armas, que sirvió oportunamente para salvarse el rey, estuvo en muy poco que no echase a perder sus ventajas y le arrebatase la victoria. Porque cargando muchos sobre Megacles, el principal que le derribó y acabó con él, llamado Dexio, quitándole el casco y el manto, corrió hacia Levino mostrando aquellas prendas y gritando que había, muerto a Pirro. Causóse, pues, en ambos ejércitos, con este motivo, en el de los Romanos regocijo, con grande algazara, y en el de los Griegos desaliento, y asombro, hasta que enterado Pirro de lo que pasaba, corrió las filas con la cara descubierta, alargando la mano a los que peleaban y dándose a conocer con la voz. Finalmente, acosando, sobre todo, a los Romanos los elefantes, porque los caballos, antes de acercarse a ellos, no podían tolerar su as- pecto y derribaban a los jinetes, hizo Pirro avanzar a la caballería tésala, y acabó de derrotarlos con gran mortandad. Dionisio refiere que de los Romanos murieron muy pocos, menos de quince mil hombres, y Jerónimo que sólo siete mil; y del ejército de Pirro, Dionisio que trece mil, y Jerónimo que no llegaron a cuatro mil. Eran éstos que allí perdió los más aventajados entre sus amigos y caudillos y de quienes Pirro hacía más cuenta y se fiaba más. Tomó también el campamento de los Romanos, habiéndolo éstos abandonado, atrajo a muchas de las ciudades que le eran aliadas, taló gran parte del territorio y se adelantó hasta no distar de Roma más que trescientos estadios. Reuniéronsele después de la batalla muchos de los Lucanos y Samnitas, y aunque los reprendió por su tardanza se echó bien de ver que estaba contento y ufano de que con solo el auxilio de los Tarentinos venció un poderoso ejército de los Romanos.