Hallábanse en mal estado los negocios de los Samnitas, quienes habían decaído mucho de ánimo por las frecuentes derrotas que les habían causado los Romanos, a lo que se agregaba cierto encono que tenían a Pirro por su viaje a Sicilia; así es que no fueron muchos los que a él acudieron. Hizo de todos dos divisiones: enviando unos a la Lucania a oponerse al otro cónsul para que no diese socorro, y conduciendo él mismo a los otros contra Manio Curio, acuartelado en Benevento, donde con la mayor confianza aguardaba el auxilio de la Lucania: concurriendo, además, para estarse sosegado, el que los agüeros y las víctimas le retraían de pelear. Apresurándose, por tanto, Pirro a caer sobre éstos antes que los otros viniesen, tomó consigo a los soldados de más aliento y de los elefantes los más hechos a la guerra, y de noche se dirigió contra el campamento. Habiendo tenido que anclar un camino largo y embarazado con arbustos, no aguantaron las antorchas, y anduvieron perdidos y dispersos los soldados; con la cual detención faltó ya la noche, y desde el amanecer percibieron los enemigos su venida desde las atalayas; de manera que desde aquel punto se pusieron en inquietud y movimiento. Hizo sacrificio Manio, y como también el tiempo se presentase oportuno, salió con sus tropas, acometió a los primeros, y, haciéndolos retirar, inspiró ya miedo a todos, habiendo muerto muchos y aun habiéndose cogido algunos elefantes. La misma victoria condujo a Manio a tener que pelear en la llanura, y trabada allí de poder a poder la batalla, por una parte desbarató a los enemigos, pero por otra fue acosado de los elefantes, y como le llevasen en retirada hasta cerca del campamento, llamó a los de la guardia, que en gran número estaban sobre las armas y se hallaban descansados. Acudiendo éstos e hiriendo desde, puestos ventajosos a los elefantes, los obligaron a retirarse y a huir por entre los propios, causando con ello gran turbación y desorden; lo cual no solamente dio a los Romanos aquella victoria, sino la seguridad del mando. Porque habiendo adquirido de resultas de aquel valor y de aquellos combates osadía, poder y la fama de invencibles, de la Italia se apoderaron inmediatamente, y de la Sicilia de allí a poco.