Conmovidos contra él los bárbaros cuando ya estaba en la mar, peleando en la travesía con los Cartagineses, perdió muchas de las naves, y con las restantes huyó a la Italia. Los Mamertinos le antecedieron en el paso con diez mil hombres a lo menos, y aunque temieron presentársele en batalla, colocados en sitios ásperos, y sorprendiéndole desde ellos, desordenaron todo el ejército, le mataron dos elefantes y murieron muchos de la retaguardia. Pasando él allá, desde la vanguardia les hizo oposición, y peleó con aquellos hombres aguerridos y corajudos. Como hubiese recibido una cuchillada en la cabeza y hubiese quedado un poco separado del combate, cobraron con esto más arrojo los enemigos: y uno de ellos, de grande estatura y brillantes armas, adelantándose a carrera a los demás, en alta voz comenzó a provocarle diciendo que viniera a él si aun estaba vivo. Irritóse Pirro, y revolviendo con sus asistentes lleno de ira, bañado en sangre, con un semblante, que imponía miedo, penetró por entre los que halló al paso, y se adelantó a herir con la espada al bárbaro, en la cabeza, dándole tal cuchillada, que ya por la fuerza del brazo, y ya por el temple del acero, descendió bien abajo, viéndose caer en un momento a uno y otro lado las partes del cuerpo dividido en dos. Esto detuvo a los bárbaros para que volvieran a acercársele, asombrados de Pirro, a quien miraron como un ser superior. Pudo con esto continuar sin tropiezo el camino que le quedaba, y llegó a Tarento con diez mil infantes y tres mil caballos. incorporó a éstos los más alentados de los Tarentinos, y movió inmediatamente contra los Romanos, acampados en la tierra de Samnio.