XXXII

Aproximóse Pirro a las murallas, en medio de las mayores tinieblas, y estando abierta por diligencia de Aristeas la puerta que llaman Diámperes, logró no ser sentido hasta incorporársele los Galos que tenía en su ejército y haber entrado en la plaza; pero como los elefantes no cupiesen por la puerta, y fuese preciso quitarles las torres y volvérselas a poner en la oscuridad y con ruido, esto ocasionó detenciones y que los Argivos llegasen a percibirlo, por lo que se retiraron a la fortaleza, dicha Escudo, y a otros lugares defendidos, enviando a llamar a Antígono. Dedicóse éste por sí a armar asechanzas en las cercanías, y envió con poderoso socorro a sus generales y a su hijo. Sobrevino también Areo, trayendo mil Cretenses y las tropas más ligeras de los Espartanos, y acometiendo todos a un tiempo a los Galos los pusieron en confusión y desorden. Entró a este tiempo Pirro con algazara y gritería por el Cilarabis, y luego que los Galos correspondieron a sus voces, conjeturó que aquella especie de grito no era fausto y confiado, sino de quien se halla en consternación; marchó, pues, con más celeridad, penetrando por entre su caballería, que no sin dificultad y con gran peligro andaba por las alcantarillas, de que está llena aquella ciudad. Era suma la inseguridad de los que ejecutaban y de los que mandaban en un combate nocturno, y había extravíos y dispersiones en los pasos estrechos, sin que la pericia militar sirviera de nada por las tinieblas, por los gritos confusos y la estrechez del sitio; por tanto, casi nada hacían, esperando unos y otros la mañana. Apenas empezó a aclarar, sorprendió ya a Pirro ver que el Escudo estaba lleno de armas enemigas, y se asustó, sobre todo, cuando, notando en la plaza diferentes monumentos, descubrió entre ellos un lobo y un toro de bronce en actitud de combatir uno con otro; porque esto le trajo a la memoria un oráculo antiguo por el que se le había dicho que moriría cuando viese un lobo que peleaba con un toro. Dicen los Argivos que esta ofrenda es para ellos recuerdo de un suceso antiguo, porque a Dánao, cuando puso primero el pie en aquella región, junto a Piranios de la Tireátide, se le ofreció el espectáculo un lobo que peleaba con un toro. Supuso, allá dentro sí, que el lobo lo representaba a él- por cuanto siendo extranjero acecha a los naturales, como a él le pasaba-,con esta idea se paró a mirar la lucha; venció el lobo, habiendo hecho voto a Apolo Licio, acometió a la ciudad y quedó victorioso, siendo por una sedición arrojado Gelanor, que era el que entonces reinaba. Y esto es lo que se refiere acerca de aquel momento.

Share on Twitter Share on Facebook