Capítulo 2

UN DRAMA MISTERIOSO

La primera hoja encabezada con letras clarísimas, estaba escrita en inglés y bengalí:

“Dirigirse al Virrey de Bengala, o al Presidente de la “Joven India” de Calcuta”.

-¿El Presidente de la “Joven India?” -exclamó el joven teniente-. ¿Qué es esta “Joven India”?

-Es una poderosa sociedad formada por los burgueses más ricos de Bengala que tratan de civilizar a los naturales del país.

El teniente prosiguió su lectura:

“No sé si estos documentos llegarán a la India, o si cuando sean leídos yo aún estaré con vida, pero al menos servirán para hacer castigar a los infames que originaron la pérdida de mi grab, el “Djumna” y de mi tripulación”.

-¿Es un barco, verdad? -inquirió Oliverio, interrumpiéndose.

-Sí, una pequeña nave de tres palos y . popa muy alta -contestó Harry-. Pero no os interrumpáis… seguid leyendo…

-“Abandoné Diamond-Harbour, el 7 de agosto de 1816 con un cargamento de cochinilla para Singapur, por cuenta del Presidente de la “Joven India”, llevando también un arcón con rupias de oro, por valor de diez mil libras esterlinas consignadas al señor James Fulton. Conducía conmigo en calidad de tripulantes a doce hombres: tres misorionos{1}, siete malabareses y dos bengalíes. Los diez primeros habían navegado ya conmigo en otras oportunidades, pero los dos últimos acababan de embarcarse recientemente y yo ignoraba que formaban parte de aquella infame y rapaz secta de los faquires sannyassis.. .

-¿Quienes son esos sannyassis? -se interrumpió el teniente mirando a Harry.

-Una secta de bribones -contestó el marinero-. Ya sabéis que en la India hay muchas clases de faquires, hombres que se hacen pasar por santos y a quienes el pueblo supersticioso venera. Los sannyassis son bribones que aprovechan la ignorancia del populacho. Se apropian de lo que más les agrada sin que nadie se atreva a reclamar; además, forman grandes bandas que saquean pueblos enteros… Pero continuad, señor Oliverio.

-“Bien pronto debía arrepentirme de haber embarcado a aquellos dos traidores. No sé cómo la tripulación se llegó a enterar que llevaba a bordo aquellas diez mil libras, pues por precaución había hecho creer_ que se trataba de un cargamento de metal. Desde el día en que zarpamos, aquellos dos miserables planearon apoderarse del precioso cargamento, deshaciéndose de mí y de mis más fieles marineros. Había ya sorprendido varias veces a los dos sannyassis en coloquio con algunos de mis marineros, sin sospechar nada malo.

Sin embargo, al séptimo día de navegación un grave acontecimiento despertó mis sospechas. Los tres misorianos, que eran de una fidelidad a toda prueba, aparecieron muertos en sus hamacas, con los rostros terriblemente alterados, el vientre hinchado, y manchas amarillentas en todo el cuerpo. En este momento tengo la absoluta seguridad de que aquellos desdichados fueron envenenados por Hungse y Garrovi, los dos faquires.”

Aquí concluía la parte legible de la primera hoja. La mitad inferior parecía haber sido mojada por el agua del mar, pese a la tela impermeable, y las letras eran prácticamente ilegibles. Oliverio dobló con cuidado el papel, comenzado a leer la segunda página, que decía:

“…así velo constantemente, y en las horas de reposo guardo mis pistolas bajo la almohada. Ya no puedo dudar. Hungse y Garrovi tratan de amotinar a la tripulación y temo que por miedo de correr la misma suerte de los misorianos, e incluso por codicia, se vuelvan contra mí. El Djumna avanza siempre por el Océano Indico, y las tierras están cada vez más lejanas. En este momento pienso en mi joven hermano que queda en Serampore. ¿Lo volveré a ver? Comienzo a dudarlo, pero pongo mi fe en Dios”.

Aquí, el agua de mar había borrado el resto de la página. Las otras tres hojas parecían arrancadas al libro de bitácora, pues tenían los márgenes irregulares. Eran legibles en la parte superior, pero sus últimas líneas estaban totalmente borradas. Oliverio siguió leyendo:

-“16 de agosto. El grab no debe estar lejos de las islas Andamanas; el viento noroeste nos empuja con una velocidad de cinco nudos por hora. Continúo velando, pero estoy agotado por la falta de reposo. Hoy, después de mediodía, dormí una hora tras haber trancado la puerta; los pasos de un hombre que bajaba prudentemente por la escalera me despertaron: No hay duda que me espían y tratan de sorprenderme dormido para asesinarme…

“17 de agosto. Siempre buen viento. Mis tripulantes ya no me obedecen y si no me vieran con la pistola en la cintura se habrían rebelado abiertamente.

“18 de agosto. Calma absoluta: el barco está inmóvil bajo una lluvia de fuego, al sud de la Andamana Menor. No me atrevo a comer con mi tripulación por miedo de ser envenenado. Traté de hacer encadenar a los dos sannyassis, pero los malabareses se opusieron violentamente diciendo que se trataba de hombres santos, y se armaron para defenderlos. Esta noche arrojaré al mar el cofre con el dinero.

“19 de agosto. Acaba de despertarme un estruendo infernal. Creyendo que el grab había encallado en algún banco de arena traté de salir de mi camarote, encontrando la puerta de la cabina clavada. Mis gritos y amenazas no obtienen respuesta. Una horrible angustia me oprime el corazón. Alcanzo a oír gritos que se pierden a lo lejos y me veo…”

Aquí faltaban algunas líneas y más adelante se alcanzaba a leer:

..sí, comprendo todo. Los miserables aprovecharon mi sueño para introducirse en el camarote y robar el cofre. No comprendo porqué no me mataron; quizás los malabareses no se atrevieron o…”

La cuarta página comenzaba también con una frase trunca:

“… en las manos de Dios. Sobre cubierta aúlla mi perro, como si adivinara que una terrible desgracia está por caer sobre mí. Me parece que el Djumna está inmóvil, pero no puedo asegurarme. Hace treinta y seis horas que ningún ruido se escucha a bordo. Estoy seguro que me abandonaron huyendo en la chalupa. Los aullidos de mi perro resuenan cada vez más lúgubremente. Estoy dominado por la desesperación. Me parece estar sepultado con vida en una tumba.

“He tratado de forzar la puerta del camarote pero en vano. Tengo víveres para pocos días. Si no consigo

salir moriré indefectiblemente. ¡Malditos sean los traidores! … A las diez de la

mañana comenzó todo. Los miserables abrieron una pequeña brecha en la cala del navío, para hundirlo conmigo adentro. Cuando comprenda que no me quedan esperanzas, me pegaré un tiro. Mi perro continúa aullando.”

En la quinta hoja se leía tan sólo:

“20. El agua me llega hasta las rodillas pero hace tres horas que no sube. ¿Qué ha ocurrido? Me parece que el Djumna está perfectamente inmóvil. ¿Habrá encallado? Tal vez en estas cuarenta y ocho horas de prisión he llegado a la Andamana Menor. Mi perro ya no aúlla. ¿Habrá muerto de hambre o?…”

Aquí concluía la misiva. Sin embargo no se advertían letras borradas en la última página. Lo más probable era que algún grave acontecimiento hubiera impedido al escritor concluir su frase.

-¿Nada más? -preguntó el viejo Harry tras algunos instantes de silencio.

-Nada más -contestó Oliverio.

-¿Qué terrible historia es ésta?

El teniente no contestó, con los ojos fijos en el agua parecía sumergido en profundos pensamientos.

-¿Pero este hombre, este desdichado marino, habrá muerto ahogado en su cabina? -

preguntó Harry.

-No hubiera podido enviar estos documentos -contestó el teniente-. Todo hace suponer que consiguió derribar la puerta de su camarote.

-Es cierto, señor Oliverio, pero este drama horrendo ocurrió el 18 de agosto y estamos a fines de septiembre…

-Este hombre puede haber desembarcado. Aquí dice que la nave parecía estar inmóvil.

-¿Pero, dónde?

-En la Andamana Menor.

-¿Y creéis que aún sigue con vida? -Podemos suponerlo.

-Los habitantes de esas islas gozan de muy triste fama… ¿Ceéis que le han perdonado?

-¿Qué me aconsejas hacer, Harry? ¿Crees que el gobierno de Bengala puede intentar alguna empresa para rescatar a este desdichado?

El viejo inclinó la cabeza, haciendo un gesto negativo.

-Si se tratase de un barco de guerra o de un capitán de la armada, las autoridades no dudarían en enviar un crucero a las islas para buscarlo, poniendo en movimiento a la policía con el fin de atrapar a los culpables, pero por un capitán de la marina mercante nadie moverá un, dedo. Harán promesas, iniciarán una investigación policial, pero nada más, os lo aseguro.

-¿Y dejarían sin castigar un delito tan infame?

-El Virrey tiene muchísimos problemas en qué ocuparse…

-Está bien, Harry, me ocuparé yo de que este desdichado no quede abandonado a su triste suerte…

-¿Queréis organizar una expedición a las Andamanas por cuenta propia?

-Sabes que mi padre me dejó una importante herencia.

-Os admiro, señor Oliverio. Permitidme que os dé un buen consejo…

-Habla, Harry.

-Pedid una licencia prolongada, y vayamos a Calcuta a hablar con. el Presidente de la

“Joven India”. Ese hombre podrá darnos preciosas informaciones, y además nos prestará una importante ayuda.

-De paso, buscaremos al hermano de Middel. Serampore está a dos pasos de la capital de Bengala, y nos será fácil encontrarlo.

-Bien dicho señor, pero sería necesario echar mano a los dos faquires o a algún otro miembro de la tripulación para saber donde ha sido abandonado el grab. Las Andamanas son muchas y si tuviéramos que visitar todo el archipiélago no nos alcanzarían seis meses.

.. ¿Quién sabe? La “Joven India” es una poderosa sociedad, y puede averiguar muchas cosas.

-Regresemos al fuerte, Harry. Dentro de tres días podremos tener la licencia en el bolsillo.

El viejo marinero empuñó los remos y comenzó a dirigir la pequeña embarcación hacia el sud.

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