Capítulo 3

EL PRESIDENTE DE LA “JOVEN INDIA”

Tres días después de los acontecimientos narrados, el joven teniente y el viejo marinero recorrían las llanuras del delta del Ganges, por la carretera que se dirige a Calcuta desde Puerto Canning, atravesando la pequeña estación de Sonapore.

El permiso solicitado al Comandante Militar de la zona había sido acordado de inmediato, y el generoso teniente lo aprovechaba para tratar de aclarar aquella dramática historia y organizar la expedición proyectada en socorro del desventurado capitán.

Los dos hombres viajaban en un dhumni, conducido por un joven hindú que recorría la polvorienta carretera. Estos vehículos, adoptados en toda la península indostánica, son muy veloces, pero pueden llevar un limitado número de viajeros. Tienen una capa cuadrada, con techo de hojas secas, y dos pesadas ruedas laterales; no son tirados por caballos, sino por esos bueyes blancos originarios de la India llamados zebú, de gran

alzada, cuernos curvos y joroba. Por otra parte estos animales tienen un galope discretamente rápido, y el conductor se ocupa de apresurarlos con un largo bastón en cuya punta hay un clavo, y si esto no basta, les tira cruelmente de la cola.

El teniente y Harry, cómodamente recostados bajo el toldo vegetal, fumaban sin preocuparse por los barquinazos de la carreta. A derecha e izquierda se sucedía un manto vegetal; grandes árboles, cañas de bambú, altas hierbas … Bandadas de cuervos, halcones, cigüeñas, papagayos, tórtolas y docenas de aves de distintas especies, asustadas por el ruido del carretón, levantaban vuelo.

Los animales no faltaban. De tanto en tanto, algún gracioso nilgó, especie de antílope azul, del tamaño de un ciervo europeo pero mucho más elegante y ágil atravesaba la carretera desapareciendo entre el follaje. Otras veces era una manada de chacales, animal que es muy común en toda la India, y que pese a su ferocidad resulta peligroso únicamente cuando está hambriento.

Aquellas vastas llanuras que se extienden hasta las costas del Golfo de Bengala y que al sur se convierten en terrenos palúdicos, donde reinan las fiebres y el cólera, recorridos libremente por tigres y millares de serpientes venenosas, estaban casi desiertas. Solamente a gran distancia se veía alguna mísera cabaña ahogada por gigantescos bambúes, o pequeños grupos de casuchas rodeadas por arrozales, o campos sembrados de bairi, que es una especie de mijo.

A mediodía el carretón se detuvo a la sombra de un mangal, árbol que produce frutas semejantes al durazno, de pulpa muy’ sabrosa. Los pobres animales, que habían mantenido una marcha constante bajo el sol abrasador, tenían necesidad urgente de reposo.

Aquella pausa duró una hora. El vehículo retomó bien pronto su carrera desordenada atravesando una zona pantanosa, cubierta de trecho en trecho por macizos de pipal, de tronco abultado y follaje espeso.

El agua del gigantesco río que baña aquellas tierras mantenía una humedad constante.

Por todas partes se veían estanques llenos de aves acuáticas, sobre los que se alzaba una neblina cuyas emanaciones eran mortíferas para los europeos no acostumbrados a aquel clima.

Se puede decir que casi la mitad de las tierras que forman Bengala, están constituidas por. bancos de fango que el sol ardiente seca, pero que las aguas del Ganges humedecen constantemente. Si se tratase de una zona sin riego, Bengala sería totalmente inhabitable, pues bajo aquel sol ardiente todo se convertiría en un desierto.

Alrededor de las diez y seis el dhumni se hallaba a pocos kilómetros de Sonapore. Ya aparecían las primeras casas y la selva ya no era espesa.

Media hora más tarde los viajeros entraban en la población. Sonapore era en aquellos días una pequeña estación habitada por pocas docenas de molangos, indígenas siempre temblorosos a causa de la fiebre, flacos y hambrientos. y por - una pequeña guarnición de cipayos, alojados en un mezquino bungalow.

Allí los zebú gozaron de otra hora de reposo, durante la cual el teniente y Harry aprovecharon para comer algo y obtener la dirección del Presidente de la “Joven India”, volviendo a partir a las diez y ocho con igual velocidad.

Estaba anocheciendo cuando la carreta entró en la gran llanura donde se levanta la rica capital de Bengala, con su jungla de. campanarios, cúpulas y pagodas, mostrando la imponente línea de sus palacios y la enorme masa del fuerte William.

-Al Strand -dijo el teniente al conductor.

Los zebú, castigados vivamente, se encaminaron hacia el río, recorriendo una interminable fila de bungalows que sirven de casas de campo a los ricos comerciantes ingleses e hindúes, llegando al Strand, el barrio aristocrático de Calcuta, que corre junto al río hasta el fuerte William.

Pocos minutos después el dhumni se detenía frente a un grandioso palacio hindú, rodeado de vastos jardines. En un escudo de gigantescas dimensiones, se leía escrito en letras de oro:

“JOVEN INDIA”

El teniente saltó ágilmente a tierra, pagó el doble de lo prometido al conductor del dhumni y seguido por el viejo Harry subió la escalinata de mármol, en cuya parte superior montaba guardia un hindú apoyado sobre un bastón con mango de plata.

-¿El Presidente de la “Joven India” está en casa? -preguntó Oliverio.

-Sí, señor -contestó el hindú.

-Decidle que el teniente Oliverio Powell, comandante de la Cuarta Compañía de Cipayos de puerto Canning. desea comunicarle importantes noticias concernientes al grab

“Djumna”.

El hindú lo introdujo en un gabinete de forma circular, cuyas paredes estaban pintadas de azul, adornado con grandes jarrones chinos, llenos de rosas blancas muy perfumadas que se cultivan en los valles de Delhi y Sirinagor.

Una gran lámpara de metal dorado, sosteniendo un globo enorme de porcelana azul, iluminaba el salón, arrojando sobre los divanes una pálida luz semejante a la del astro nocturno.

Acababan de sentarse cuando la puerta se abrió, dando paso a un viejo hindú delgado como un faquir, con larga barba blanca que destacaba vivamente la bronceada piel de su rostro, ,y sus ojos vivos e inteligentes.

Vestía como los indostánicos de casta elevada. Su dubgah, especie de amplia túnica con largos pliegues. era de seda blanca; su cinturón también de seda estaba recamado en oro y adornado con piedras preciosas; sus pantalones eran de raso, con adornos de plata, ceñidos al tobillo por un lazo de oro. El pequeño turbante que le cubría la cabeza llevaba uña esmeralda que no podía costar menos de cuatro mil rupias.

Acercándose al teniente hizo uña profunda reverencia y luego le estrechó la mano a la europea, diciéndole: -Estoy a vuestra disposición. -

¿Sois el Presidente de la “Joven India”? -Sí, señor teniente.

-Bien, señor Presidente, leed estos documentos que la casualidad puso en mis manos.

El hindú tomó las hojas que el teniente le extendía y tras haber rogado a los visitantes

que se acomodasen, acercándose a la lámpara leyó con profunda atención.

Oliverio y Harry que espiaban su rostro, lo vieron alterarse poco a poco, bajo el impulso de una cólera lenta y terrible, y cuando hubo terminado sus ojos se clavaron en la lámpara, mientras que su frente se cubrió de profundas arrugas.

-¡Quiere decir que se cometió un infame delito! -dijo mirando al teniente.

-Si el documento es auténtico, así debe haber ocurrido -contestó Oliverio.

-Tal debe ser la verdad, pues conozco desde hace muchos años a Alí Middel, y sé que es de una honestidad ilimitada. ¿Cómo habéis recibido estos documentos?

-Los encontré bajo las alas de uña oca emigrante, que maté en la banía de Puerto Canning.

-¡Eso significa que Middel está vivo todavía!

-Así lo supongo, pese a que ha transcurrido un mes desde que se cometió el odioso atentado. Si no hubiera conseguido abandonar la cabina, no habría podido enviar estas páginas.

-Es cierto…

-¿Creéis que convendría dirigirse a las autoridades anglo-hindúes? Semejante delito no tendría que permanecer sin castigo, y creo que cualquier cosa que tentáramos sería poco con tal de salvar a este desdichado.

El hindú hizo un gesto que parecía restar importancia a la sugerencia.

-¡Las autoridades anglo-hindúes! -dijo con ligera ironía-. ¿Qué les interesa si un marinero se pierde a causa de un delito cometido lejos de Bengala, en pleno océano?

Corresponde a la “Joven India” vengar a Alí, descubriendo a los culpables.

-¿Vos?

-La Asociación, caballero, posee por fortuna poderosos medios. No es para recuperar las diez mil libras o el cargamento de cochinilla, sino para castigar un delito tan infame y vengar a -un miembro de nuestra benemérita sociedad que emprenderemos la expedición.

Señor teniente, ¿queréis uñir vuestros esfuerzos a los nuestros?

-Yo, señor Presidente, estaba resuelto a organizar por mi cuenta uña expedición en busca de aquel infortunado capitán.

-Sois un hombre de buen corazón, y os agradezco en nombre de la sociedad, señor teniente. Ahora procederemos sin perder más tiempo

Tomando un pequeño mazo de metal, se acercó a un gran gong de bronce, suspendido sobre la puerta, y lo golpeó tres veces,

-¿Qué hacéis? -preguntó Oliverio.

-En seguida lo sabréis -contestó el hindú.

Share on Twitter Share on Facebook