Capítulo 5

LA CAPTURA DE GARROVI

El bungalow de la India, es un tipo de edificación intermedia entre las casas de campo y los palacios. Su estilo es particular, adaptado a las necesidades del clima, y goza de cierta elegancia.

El bungalow de Garrovi estaba construido como todos los demás, pero en lugar de estar rodeado por un jardín, asomaba sobre las aguas del Ganges.

El Presidente de la “Joven India”, a quien nada escapaba, antes de acercarse a la puerta ordenó a cuatro de sus hombres que se ocultaran entre la maraña de plantas acuáticas, para impedir cualquier intento de fuga por parte del traidor.

Hecho esto se dirigió hacia la puerta, seguido de Punya, Oliverio y el viejo marino, y golpeó un gong que colgaba frente a la entrada.

Un instante después la puerta se abrió y un sirviente les miró interrogante.

-¿Está tu amo en casa? -le preguntó el Presidente.

-Sí -contestó el sirviente inclinándose.

-Condúcenos a su presencia.

-Pero ignoro quiénes sois.

-Yo soy el Presidente de la “Joven India”.

Bastó el nombre de aquella poderosa sociedad para que la puerta se abriera por completo.

-Entrad -dijo el sirviente-, voy a advertir a mi amo.

-Es inútil -le interrumpió el hindú rápidamente-; guíanos a su presencia sin perder más tiempo.

Precedidos por el servidor, los tres hombres y el jovencito atravesaron un salón para entrar en una habitación, iluminada por una gran lámpara, donde cómodamente recostado en una mecedora de bambú, había un hombre ocupado en aspirar el humo perfumado del guracco, que quemaba en la cazoleta de una de esas enormes pipas de porcelana que los hindúes llaman hukah.

Se trataba de un hindú de estatura algo superior a la media, pero notablemente delgado. Sus brazos desnudos parecían cañas cubiertas de cuero, pero algo había en él que parecía indicar una fuerza física fuera de lo común.

Su rostro era notablemente bronceado, opaco, y no tenía los rasgos delicados que se reconocen en la mayor parte de las razas puras que viven en la India. Su nariz era ancha y roma, la frente deprimida y los ojos hundidos parecían encerrar algo feroz y tenebroso.

Una larga y reciente cicatriz le atravesaba el rostro de oreja a oreja, haciéndolo menos simpático aún.

Vestía una riquísima dubgah de seda blanca, con flecos y franjas de oro; su cráneo cuidadosamente rasurado brillaba untado de aceite de coco.

Viendo entrar a aquellos desconocidos se incorporó con la agilidad de un felino, y sus ojos se clavaron en el Presidente de la “Joven India”, para pasearse luego por los dos europeos.

-¿Qué hacéis aquí? -gritó al tiempo que se erguía.

-Soy el Presidente de la “Joven India” -dijo a modo de explicación el anciano.

-¿A qué debo el honor de vuestra visita?

-Ya lo sabrás.

-Pero… ¿qué quieren de mí estos europeos?

-Son amigos míos.

-Yo no los conozco -en el rostro del hindú se pin

taba una viva inquietud que aumentaba por momentos.

-No importa; escúchame…

-Habla.

-¿Eres tú el llamado Garrovi?

-Sí.

El Presidente miró en derredor suyo admirando las cortinas de seda y el rico

mobiliario. Luego cruzó los brazos sobre el pecho y exclamó burlonamente:

-El antiguo miembro de la pobre hermandad sannyassis parece estar rodeado de un lujo principesco… ¿Acaso encontraste el tesoro del Gran Mogol?

El hindú al oír aquellas palabras, se puso terriblemente pálido, o más bien grisáceo, y en su rostro se reflejó un profundo terror.

-El antiguo sannyassis… -balbuceó- creo que te equivocas…

-En verdad -prosiguió impertérrito el Presidente, con marcada ironía- ya no tienes ni la barba, ni los largos cabellos, ni el rostro pintado con tierra colorada que distingue a los insolentes miembros de tu secta, pero a mí no me engañas,. Garrovi. Tú eres el ex-sannyassis y vengo a preguntarte qué ocurrió con un grab de cuya tripulación formabas parte.

-¿Un grab? -exclamó Garrovi clavando en el presidente sus aterrorizados ojos. Luego hizo un esfuerzo supremo, y prorrumpió en carcajadas que sonaban totalmente falsas.

-¿Pero de qué grab me hablas? Yo nunca abandoné Bengala, nunca fui sannyassi y me temo que te confundas con algún tocayo mío.

-¿Quieres decir que no conoces el Djumna?

-¡El Djumna! -repitió el miserable con un temblor en la voz.

-¿Tampoco conociste a Alí Middel? -continuó el implacable Presidente de la “Joven India”.

-¡Alí Middel! …

-¿Y por lo tanto no fuiste tú quien abandonó a ese desdichado en medio del golfo de Bengala, tras haberle encerrado en su camarote, abriendo una vía de agua en las cuadernas de la embarcación?

Garrovi esta vez no fue capaz de hablar: un terror irresistible le paralizaba la lengua.

Su mirada corría en vano por los rostros inexorables de aquellos hombres.

-¿Y los cofres conteniendo las diez mil libras? -prosiguió el presidente-; contéstame y atrévete a negarlo, si es que puedes.

Aquella última acusación hizo exhalar un gemido al miserable, cuyos ojos se inyectaron en sangre.

-¡Habla! -repitió el presidente de la Asociación, adelantándose.

Garrovi no contestaba: a cada paso dado por el dirigente de la “Joven Indià, retrocedía en dirección a la ventana.

-¡Habla, canalla!

-¡Esta es mi respuesta! -aulló repentinamente el bribón.

Con un gesto rápido alzó la mano que ocultaba bajo la túnica empuñando una larga pistola. Un relámpago iluminó la habitación seguido de una tremenda detonación, pero el presidente de la “Joven India” permaneció inmóvil en medio de la nube de humo.

Oliverio desenvainando su sable saltó hacia adelante seguido de Harry que empuñaba su navaja marinera, pero Garrovi no les aguardó.

Con un salto de tigre salvó la ventana y se arrojó al río.

-¡Miserable! -gritó Oliverio.

-¡Dejádmelo a mí -contestó Harry.

Estaba a punto de arrojarse al río, cuando el presidente de la “Joven India”

milagrosamente ileso, le tomó de un brazo diciéndole con voz tranquila:

-Es inútil: dejad a mis hombres.

-Pero ese miserable escapa…

-No irá muy lejos: oíd.

El chapoteo de los cuatro hombres ocultos en la costa que nadaban por el río apretando sus puñales entre los dientes, llegó hasta ellos.

La luna que brillaba en un cielo transparente permitió que los hombres reunidos en la ventana vieran con toda claridad la superficie de las aguas.

Los cuatro nadadores avanzaban manteniendo cierta distancia entre ellos, y de tanto en tanto se sumergían, temiendo quizá que el antiguo faquir escapara nadando bajo el agua.

El hombre aquel debía de ser un excelente nadador porque había transcurrido más de un minuto y todavía no aparecía en la superficie. De pronto se vio aparecer una mancha oscura a treinta metros de la costa.

-Ha salido para respirar -comentó Harry-. El muy bribón es mejor buzo que los pescadores de perlas.

-No os preocupéis -le tranquilizó el viejo hindú-. Mis hombres valen tanto como él.

Efectivamente, los cuatro nadadores se habían dado cuenta de la aparición de Garrovi y aspirando profundamente se sumergieron a su turno.

Un nuevo minuto transcurrió, y luego en medio del río se vio aparecer aquella mancha oscura, la cabeza de Garrovi. pero esta vez no volvió a sumergirse; en derredor suyo emergieron una tras otra cuatro cabezas.

-¡Es nuestro! -gritó una voz mientras se veía confusamente debatirse varios cuerpos sobre las aguas.

-Os dije que lo tendríamos pronto -comentó el presidente de la “Joven Indià.

-¿Lo conducirán aquí?

-Sí, señor teniente.

-¿Lo interrogaremos de inmediato?

-Apenas esté de regreso.

-¿Hablará?

-Ya no puede negar que ha sido el autor del complot; su fuga lo desenmascaró.

Además en oriente tenemos medios. infalibles para hacer soltar la lengua.

-¿Y no nos engañará?

-Le advertiremos que no le dejaremos en libertad

hasta estar seguros de haber descubierto la verdad de. todo.

-Aquí lo traen …

-Conducidlo arriba -gritó el Presidente viendo a sus hombres salir a tierra arrastrando al antiguo faquir.

Share on Twitter Share on Facebook