Fábula III. El Cazador y la Perdiz.

Una Perdiz, en celo reclamada,

Vino á ser en la red aprisionada.

Al Cazador la mísera decía:

—Si me das libertad, en este día

Te he de proporcionar un gran consuelo;

Por ese campo extenderé mi vuelo:

Juntaré á mis amigas en bandada,

Que guiaré á tus redes engañada,

Y tendrás, sin costarte dos ochavos,

Doce perdices como doce pavos.

—¡Engañar y vender á tus amigas!

¿Y así crees que me obligas?

Respondió el Cazador; pues no, señora:

Muere y paga la pena de traidora.

La perdiz fué bien muerta, no es dudable:

La traición, aun soñada, es detestable.