Un triste Raposo
Por medio del llano
Marchaba sin piernas,
Cual otro soldado,
Que perdió las suyas
Allá en Campo Santo.
Un Lobo le dijo:
—Hola, buen hermano,
Diga, ¿en qué refriega
Quedó tan lisiado?
—¡Ay de mí! responde;
Un maldito rastro
Me llevó á una trampa,
Donde por milagro,
Dejando una pierna,
Salí con trabajo.
Después de algún tiempo
Iba yo cazando[457],
Y en la trampa misma
Dejé pierna y rabo.—
El Lobo le dice
—Creíble es el caso:
Yo estoy tuerto, cojo
Y desorejado
Por ciertos mastines,
Guardas de un rebaño.
Soy de estas montañas
El Lobo decano,
Y como conozco
Las mañas de entrambos,
Temo que acabemos,
No digo enmendados,
Sino tú en la trampa,
Y yo en el rebaño.
Que el ciego apetito
Pueda arrastrar tanto
Á los brutos, pase,
¡Pero á los humanos!