Fábula IX. El Ruiseñor y el Mochuelo.

Una noche de mayo,

Dentro de un bosque espeso,

Donde según reinaba

La triste obscuridad con el silencio,

Parece que tenía

Su habitación Morfeo;

Cuando todo viviente

Disfrutaba del dulce y blando sueño,

Pendiente de una rama

Un Ruiseñor parlero

Empezó con sus ayes

Á publicar sus dolorosos celos.

Después de mil querellas,

Que llegaron al cielo,

Á cantar empezaba

La antigua historia del infiel Teseo,

Cuando, sin saber como,

Un cazador Mochuelo

Al músico arrebata

Entre las corvas uñas prisionero.

Jamás Pan con la flauta

Igualó sus gorjeos,

Ni resonó tan grata

La dulce lira del divino Orfeo.

No obstante, cuando daba

Sus últimos lamentos,

Los vecinos del bosque

Aplaudían su muerte: yo lo creo.

Si con sus serenatas

El mismo Farinelo

Viniese á despertarme,

Mientras que yo dormía en blando lecho;

En lugar de los bravos,

Diría: Caballero,

¡Que no viniese ahora

Para tal Ruiseñor algún Mochuelo!

Clori tiene mil gracias:

Y ¿qué logra con eso?

Hacerse fastidiosa

Por no querer usarlas á su tiempo.

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