Fábula VII. La Mariposa y el Caracol.

Aunque te haya elevado la fortuna

Desde el polvo á los cuernos de luna,

Si hablas, Fabio, al humilde con desprecio,

Tanto como eres grande, serás necio,

¡Qué! ¿te irritas? ¿te ofende mi lenguaje?

—No se habla de ese modo á un personaje.

—Pues haz cuenta, señor, que no me oiste,

Y escucha á un Caracol: vaya de chiste.

En un bello jardín cierta mañana,

Se puso muy ufana

Sobre la blanca rosa

Una recién nacida Mariposa.

El sol resplandeciente

Desde su claro oriente

Los rayos esparcía:

Ella á su luz las alas extendía,

Sólo por que envidiasen sus colores

Manchadas aves y pintadas flores.

Esta vana, preciada de belleza,

Al volver la cabeza

Vió muy cerca de sí sobre una rama

Á un pardo Caracol. La bella dama

Irritada exclamó:—¿Cómo, grosero,

Á mi lado te acercas? Jardinero,

¿De qué sirve que tengas con cuidado

El jardín cultivado,

Y guarde tu desvelo

La rica fruta del rigor del hielo,

Y los tiernos botones de las plantas,

Si ensucia y come todo cuanto plantas,

Este vil Caracol de baja esfera?

Ó mátale al instante, ó vaya fuera.

—Quien ahora te oyese,

Si no te conociese,

Respondió el Caracol, en mi conciencia

Que pudiera temblar en tu presencia.

Mas díme, miserable criatura,

Que acabas de salir de la basura,

¿Puedes negar que aun no hace cuatro días

Que gustosa solías,

Como humilde reptil andar conmigo,

Y yo te hacía honor en ser tu amigo?

¿No es también evidente,

Que eres por línea recta descendiente

De las Orugas, pobres hilanderos,

Que mirándose en cueros,

De sus tripas hilaban y tejían

Un fardo en que el invierno se metían,

Como tú te has metido,

Y aun no hace cuatro días que has salido.

Pues si éste fué tu origen y tu casa,

Por qué tu ventolera se propasa

Á despreciar á un Caracol honrado?—

¿El que tiene de vidrio su tejado

Esto logra de bueno

Con tirar las pedradas al ajeno.