Fábula XII. El Leopardo y las Monas.

No á pares, á docenas encontraba

Las Monas en Tetuán, cuando cazaba,

Un Leopardo: apenas lo veían,

Á los árboles todas se subían,

Quedando del contrario tan seguras,

Que pudiera decir: No están maduras.

El cazador astuto se hace el muerto

Tan vivamente, que parece cierto;

Hasta las viejas Monas,

Alegres en el caso y juguetonas,

Empiezan á saltar: la más osada

Baja, arrímase al muerto de callada;

Mira, huele, y aun tienta,

Y grita muy contenta:

«Llegad, que muerto está de todo punto,

Tanto que empieza á oler el tal difunto».

Bajan todas con bulla y algazara:

Ya le tocan la cara,

Ya le saltan encima;

Aquella se le arrima,

Y haciendo mimos á su lado queda;

Otra se finge muerta, y lo remeda.

Mas luego que las siente fatigadas

De correr, de saltar y hacer monadas,

Levántase ligero,

Y más que nunca fiero,

Pilla, mata, devora, de manera

Que parecía la sangrienta fiera,

Cubriendo con los muertos la campaña,

Al Cid matando Moros en España.

Es el peor enemigo el que aparenta

No poder causar daño; porque intenta,

Inspirando confianza,

Asegurar su golpe de venganza.