Fábula VII. Los Cangrejos.

Los más autorizados, los más viejos

De todos los Cangrejos,

Una gran asamblea celebraron.

Entre los graves puntos que trataron,

Á propuesta de un docto presidente,

Como resolución la más urgente,

Tomaron la que sigue:—pues que al mundo

Estamos dando ejemplo sin segundo

El más vil y grosero

En andar hacia atrás como el soguero;

Siendo cierto también que los ancianos,

Duros de pies y manos,

Causándonos los años pesadumbre,

No podemos vencer nuestra costumbre:

Toda madre, desde este mismo instante,

Ha de enseñar á andar hacia adelante

Á sus hijos; y dure la enseñanza

Hasta quitar del mundo tal usanza.

—«Garras á la obra, dicen las maestras

Que se creían diestras»;

Y sin dejar ninguno,

Ordenan á sus hijos uno á uno

Que muevan sus patitas blandamente

Hacia adelante sucesivamente.

Pasito á paso, al modo que podían,

Ellos obedecían;

Pero, al ver á sus madres, que marchaban

Al revés de lo que ellas enseñaban,

Olvidando los nuevos documentos,

Imitaban sus pasos más contentos.

Repetían las madres sus lecciones;

Mas no bastaban teóricas razones,

Porque obraba en los jóvenes Cangrejos

Sólo un ejemplo más que mil consejos.

Cada maestra se aflige y desconsuela,

No pudiendo hacer práctica su escuela.

De modo que en efecto

Abandonaron todas el proyecto.

Los magistrados saben el suceso,

Y en su pleno congreso

La nueva ley al punto derogaron,

Porque se aseguraron

De que en vano intentaban la reforma,

Cuando ellos no sabían ser la norma.

Y es así, que la fuerza de las leyes

Suele ser el ejemplo de los reyes.