Fábula XII. El Charlatán.

«Si cualquiera de ustedes

Se da por las paredes,

Ó arroja de un tejado,

Y queda á buen librar descostillado,

Yo me reiré muy bien: importa un pito,

Como tenga mi bálsamo exquisito».

Con esta relación un chacharero

Gana mucha opinión y más dinero;

Pues el vulgo, pendiente de sus labios,

Más quiere á un charlatán que á veinte sabios.

Por esta conveniencia

Los hay el día de hoy en toda ciencia,

Que ocupan igualmente acreditados

Cátedras, academias y tablados.

Prueba de esta verdad será un famoso

Doctor en elocuencia, tan copioso

En charlatanería,

Que ofreció enseñaría

Á hablar discreto, con fecundo pico,

En diez años de término á un borrico.

Sábelo el rey, le llama, y al momento

Le manda dé lecciones á un jumento;

Pero bien entendido.

Que sería, cumpliendo lo ofrecido,

Ricamente premiado;

Mas cuando no, que moriría ahorcado.

El doctor asegura nuevamente

Sacar un orador asno elocuente.

Dícele callandito un cortesano:

—Escuche, buen hermano,

Su frescura me espanta:

Á cáñamo me huele su garganta.

—No temáis, señor mío,

Respondió el Charlatán, pues yo me río.

¿En diez años de plazo que tenemos,

El rey, el asno ó yo no moriremos?

Nadie encuentra embarazo

En dar un largo plazo

Á importantes negocios; mas no advierte

Que ajusta mal su cuenta sin la muerte.