Fábula XIII. El Milano y las Palomas.

Á las tristes Palomas un Milano,

Sin poderlas pillar, seguía en vano;

Mas él á todas horas

Servía de lacayo á estas señoras.

Un día, en fin, hambriento é ingenioso,

Así las dice:—¿Amáis vuestro reposo,

Vuestra seguridad y conveniencia?

Pues creedme en mi conciencia:

En lugar de ser yo vuestro enemigo,

Desde ahora me obligo,

Si la banda por rey me aclama luego,

A tenerla en sosiego,

Sin que de garra ó pico tema agravio;

Pues tocante á la paz seré un Octavio.—

Las sencillas Palomas consintieron:

Aclámanlo por rey: ¡Viva, dijeron,

Nuestro rey el Milano!

Sin esperar á más, este tirano

Sobre un vasallo mísero se planta:

Déjale con el viva en la garganta;

Y continuando así sus tiranías,

Acabó con el reino en cuatro días.

Quien al poder se acoja de un malvado,

Será, en vez de feliz, un desdichado.