Fábula VII. El Enfermo y la Vision

—«¡Con que de tus recetas exquisitas

(Un enfermo exclamó) ninguna alcanza!

El médico se fué sin esperanza,

Contando por los dedos sus visitas.»

Así desengañado,

Y creciendo por horas su dolencia,

De este modo examina su conciencia:

—«En todos mis contratos he logrado

(No lo niego) ganancia muy segura:

Trabajé en calcular mis intereses.

Aumenté mi caudal en pocos meses,

Más por felicidad que por usura.

Sin rencor ni malicia

Hice que á mi deudor pusiesen preso:

Murió pobre en la cárcel, lo confieso;

Mas en fin es un hecho de justicia.

Si por cierto instrumento

Reduje una familia muy honrada

Á pobreza extremada,

Algún día leerán mi testamento.

Entonces, muerto yo, se hará patente

En la tierra, lo mismo que en el cielo,

Para alivio de pobres y consuelo,

Mi caridad ardiente.»

Una Visión se acerca, y dice:—Hermano,

La esperanza condeno

Del que aguarda á morir para ser bueno:

Una acción de piedad está en tu mano.

Tus prójimos, según sus oraciones,

Están necesitados:

Para ser remediados

Han menester siquiera cien doblones.

—¡Cien doblones! ¡No es nada!

Y si, porque Dios quiera, no me muero,

Y después me hace falta ese dinero,

¿Sería caridad bien ordenada?

—Avaro ¿te resistes? Pues al cabo

Te anuncio que tu muerte está cercana.

—¿Me muero?... Pues que esperen á mañana.

La Visión se volvió sin un ochavo.