Fábula XII. El Asno y las Ranas

Muy cargado de leña un Burro viejo,

Triste armazón de huesos y pellejo,

Pensativo, según lo cabizbajo,

Caminaba, llevando con trabajo

Su débil fuerza la pesada carga.

El paso tardo, la carrera larga,

Todo al fin contra el mísero se empeña,

El camino, los años y la leña.

Entra en una laguna el desdichado,

Queda profundamente empantanado.

Viéndose de aquel modo,

Cubierto de agua y lodo,

Trocando lo sufrido en impaciente,

Contra el destino dijo neciamente

Expresiones ajenas de sus canas.

Mas las vecinas Ranas,

Al oír sus lamentos y quejidos,

Las unas se tapaban los oídos,

Las otras, que prudentes lo escuchaban,

Reprendíanle así, y aconsejaban:

«—Aprenda el mal Jumento

Á tener sufrimiento,

Que entre las que habitamos la laguna,

Ha de encontrar lección muy oportuna.

Por Júpiter estamos condenadas

Á vivir sin remedio encenagadas

En agua detenida, lodo espeso;

Y á más de todo eso,

Aquí perpetuamente nos encierra,

Sin esperanza de correr la tierra,

Cruzar el anchuroso mar profundo,

Ni aun saber lo que pasa por el mundo.

Mas llevamos á bien nuestro destino,

Y así nos premia Júpiter divino,

Repartiendo entre todas cada día

La salud, el sustento y alegría.»

Es de suma importancia

Tener en los trabajos tolerancia;

Pues la impaciencia, en la contraria suerte,

Es un mal más amargo que la muerte.