Canción VI

¡Ay, quién podrá sanarme!

Acaba de entregarte ya de vero,

No quieras enviarme

De hoy más ya mensajero,

Que no saben decirme lo que quiero.

Declaración

Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole en sí rastro de su hermosura y excelencia, aumentósele el amor, y por el consiguiente le creció el dolor de la ausencia; porque, cuanto más el alma conoce a Dios, tanto más le crece el apetito y pena por verle; y como ve que no hay cosa que pueda curar su dolencia sino la presencia y vista de su Amado, desconfiada de cualquiera otro remedio, pídele en esta canción le entregue la posesión de su presencia, diciendo que no quiera de hoy más entretenerla con otras cualesquier noticias y comunicaciones suyas y rastros de su excelencia, porque éstas le aumentan las ansias y el dolor de carecer de la presencia, que satisface su voluntad y deseo. La cual voluntad no se contenta ni satisface con menos que con su vista; y por tanto, u a él servido de entregarse a ella ya de veras en acabado y perfecto amor; y así, dice:

¡Ay, quién podrá sanarme!

Como si dijera: En todos los deleites del mundo y contentamiento de los sentidos y gustos, y suavidad del espíritu, cierto nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme; y pues así es,

Acaba de entregarte ya de vero.

Donde es de notar que cualquier alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios. Porque todas las demás cosas, no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito de verlo a él como es; y así, cada vista que el Amado recibe y el conocimiento y sentimiento o otra cualquier comunicación (los cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticia de quien él es), le aumentan y despiertan más el apetito, así como hacen las migajas en grande hambre; y haciendósele pesado entretenerse con tan poco, dice:

Acaba de entregarte ya de vero.

Porque todo lo que en esta vida de Dios se puede conocer, por mucho que sea, no es conocimiento de vero, porque es conocimiento en parte y muy remoto; mas conocerle esencialmente es conocimiento de veras, el cual aquí pide el alma, no se contentando con esotras comunicaciones; y por tanto, dice luego:

No quieras enviarme

De hoy más ya mensajero.

Como si dijera: No quieras que de aquí adelante conozca tan a la tasa por estos mensajeros de las noticias y sentimientos que se me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma, porque los mensajeros a quien pena por la presencia bien sabes tú, Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, por lo que renuevan la llaga con la noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la venida. Pues luego de hoy más no quieras enviarme estas noticias remotas; porque, si hasta aquí podía pasar con ellas porque no te conocía ni amaba mucho, ya la grandeza del amor que le tengo no puede contentarse con estos recaudos; por tanto, acaba de entregarte. Como si más claro dijera: Señor mío esposo, que andas; dando de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto, que andas mostrando como por resquicios acaba de mostrarlo a la clara; y esto, que andas comunicando por medios, que es comunicarte como de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo, que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión, y cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la escondes, lo cual es como dar de burla. Entrégate, pues, ya de vero, dándote todo al todo de mi alma, porque toda ella te tenga a ti todo; y no quieras enviarme de hoy más ya mensajero.

Que no saben decirme lo que quiero.

Como si dijera: Yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden decir a ti todo, porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden darle al alma la noticia que ella desea tener de ti; y así, no saben decirme lo que quiero. En lugar, pues, de estos mensajeros, tú seas el mensajero y los mensajes.

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