Canción XL

Que nadie lo miraba,

Aminadab tampoco parecía,

Y el cerco sosegaba.

Y la caballería

A vista de las aguas descendía.

Declaración

Conociendo, pues, aquí la esposa que ya el apetito de su voluntad está desasido de todas las cosas y arrimado a su Dios con estrechísimo amor, y que la parte sensitiva del alma, con todas sus fuerzas, potencias y apetitos está conformada con el espíritu, acabadas ya y sujetadas sus rebeldías; y que el demonio, por el vario y largo ejercicio y lucha espiritual, está ya vencido y apartado muy lejos; y que su alma está unida y transformada con abundancia de riquezas y dones eclestiales; y que, según esto, ya está bien dispuesta, aparejada y fuerte, arrimada a su Esposo, para subir por el desierto de la muerte, abundando en deleites, a los asientos y sillas gloriosas de sus esposas, con deseo que el Esposo concluya ya este negocio, pónele delante, para más moverlo a ello, todas estas cosas en esta última canción, en la cual dice cinco cosas: la primera, que ya su alma está desasida y ajena de todas las cosas; la segunda, que ya está vencido y ahuyentando el demonio; la tercera, que ya están sujetas las pasiones y mortificados los apetitos naturales; la cuarta y la quinta, que ya está la parte sensitiva e interior reformada y purificada, y que ya está conformada con la parte espiritual; de manera que, no solo no estorbará para recibir aquellos bienes espirituales, antes se acomodará a ellos; porque aun de los que ahora tiene participa según su capacidad. Y dice así:

Que nadie lo miraba.

Lo cual es como si dijera: Mi alma está ya tan desnuda, desasida, sola y ajenada de todas las cosas criadas de arriba y de abajo, y tan adentro entrada en el interior recogimiento contigo, que ninguna de ellas alcanza ya de vista el íntimo deleite que en ti poseo; es a saber, a mover mi alma a gusto con su suavidad, ni a disgusto ni molestia con su miseria y bajeza; porque, estando mi alma tan lejos de ella y en profundo deleite contigo, ninguna de ellas lo alcanza de vista; y no sólo eso, pero

Aminadab tampoco parecía.

El cual Aminadab, en la Escritura divina, significa el demonio, hablando espiritualmente, adversario del alma; el cual la combatía y turbaba siempre con la inumerable munición de su artillería, porque ella no se entrase en esta fortaleza y escondrijo del interior recogimiento con el Esposo, donde ella, estando ya puesta, está ya tan favorecida, tan fuerte y tan victoriosa con las virtudes que allí tiene y con el favor del brazo de Dios, que el demonio, no solamente no osa llegar, pero con grande pavor huye muy lejos y no osa parecer; porque también por el ejercicio de las virtudes y por razón del estado perfecto que ya tiene, de tal manera le tiene ya ahuyentado y vencido el alma, que no parece más delante de ella. Y así, Aminadab tampoco parecía, con algún derecho para impedirme este bien que pretendo.

El cerco sosegaba.

Por el cual cerco entiende aquí el alma sus pasiones y apetitos; los cuales, cuando no están vencidos y amortiguados, la cercan en rededor, combatiéndola de una parte y de otra, por lo cual los llama cerco; el cual dice que también está ya sosegado, esto es, las pasiones ordenadas en razón, y los apetitos mortificados; que, pues así es, no deje de comunicarle las mercedes que le ha pedido, pues el dicho cerco ya no es parte para impedirlo, esto dice, porque hasta que el alma tiene ordenadas sus cuatro pasiones a Dios, y tiene mortificadas y purgados los apetitos, no está capaz de ver a Dios. Y síguese:

Y la caballería

A vista de las aguas descendía.

Por las aguas entiende aquí los bienes y deleites espirituales que en este estado goza el alma en este interior con Dios. Por la caballería entiende aquí los sentidos corporales de la parte sensitiva, así interiores como exteriores, porque ellos traen en sí las fantasías y figura de sus objetos; los cuales, en este estado, dice aquí la Esposa que descienden a vista de las aguas espirituales; porque de tal manera está ya en este estado de matrimonio espiritual purificada, y en alguna manera espiritualizada la parte sensitiva e inferior del alma, que ella con sus potencias sensitivas y fuerzas naturales se recogen a participar y gozar en su manera de las grandezas espirituales que Dios está comunicando al alma en el interior del espíritu, según lo dio a entender David cuando dijo: Cor meum, et caro mea, exultaverunt in Deum vivum, esto es: Mi corazón y mi carne se gozaron en Dios vivo.

Y es de notar que no dice aquí la Esposa que la caballería descendía a gustar las aguas, sino a vista de ellas, porque esta parte sensitiva con sus potencias no tiene capacidad para gustar esencial y propiamente los bienes espirituales, no sólo en esta vida, pero ni aun en la otra, sino por cierta redundancia del espíritu reciben sensitivamente recreación y deleite de ellos, por el cual deleite estos sentidos y potencias corporales son atraídos a recogimiento interior, donde está bebiendo el alma las aguas de los bienes espirituales; lo cual más es descender a la vista de ellas que a verlas y gustarlas como ellas son. Y dice aquí el alma que descendían, y no dice que iban, ni otro vocablo, para dar a entender que en esta comunicación de la parte sensitiva a la espiritual, cuando se gusta la dicha bebida de las aguas espirituales, las bajan de sus operaciones naturales, cesando de ellas, al recogimiento espiritual.

Todas estas perfecciones y disposiciones antepone la esposa a su Amado, Hijo de Dios, con deseo de ser por él trasladada del matrimonio espiritual a que Dios la ha querido llegar en esta iglesia militante, al glorioso matrimonio de la triunfante, la cual sea servido llevar a todos los que invocan su nombre dulcísimo de Jesús, esposo de las fieles almas, la cual es honra y gloria, juntamente con el Padre y Espíritu Santo, in saecula saeculorum.

FIN DEL CÁNTICO ESPIRITUAL

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