Canción XXXIX

El aspirar del aire,

El canto de la dulce filomena,

El soto y su donaire

En la noche serena,

Con llama que consume y no da pena

Declaración

En esta canción dice el alma y declara aquello que dice le ha de dar el Esposo en aquella beatífica transformación, declarándolo con cinco términos. El primero dice que es la aspiración del Espíritu Santo de Dios a ella, y de ella a Dios. El segundo, la jubilación a Dios en la fruición de Dios. El tercero, el conocimiento de las criaturas y de la ordenación de ella. El cuarto, pura y clara contemplación de la Esencia divina. El quinto, transformación total en el inmenso amor de Dios. Dice, pues, el verso:

El aspirar del aire.

Este aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará Dios allí en la comunicación del Espíritu Santo; el cual, a manera de aspirar con aquélla su aspiración divina muy subidamente, levanta al alma y la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira con el Hijo, y el Hijo con el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella le aspira en el Padre y el Hijo en la dicha transformación para unirla consigo; porque no sería verdadera y total transformación si no se transformara el alma en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado. Y esta tal aspiración del Espíritu Santo en el alma, con que Dios la transforma en sí, le es a ella de tan subido, delicado y profundo deleite, que no hay decirlo lengua mortal, ni el entendimiento humano, en cuanto tal, puede alcanzar algo de ello; porque aun lo que en esta transformación temporal pasa acerca de esta comunicación en el alma, no se puede hablar; porque, el alma unida y transformada en Dios, aspira en Dios a Dios la misma aspiración divina que Dios, estando ella en él transformado, aspira en sí mismo a ella.

Y en la transformación que el alma tiene en esta vida para esta misma aspiración de Dios al alma, y del alma a Dios con mucha frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en relevado y manifiesto grado, como en la otra vida. Porque esto es lo que entiendo que quiso decir San Pablo cuando dijo: Quoniam autem estis Filii, misit Deus Spiritum Filii sui in corda vestra clamantem: Abba, Pater; esto es: Por cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros corazones el espíritu de su Hijo, clamando al Padre. Lo cual en los beatíficos de la otra vida y en los perfectos de ésta es las dichas maneras. Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta, que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo participado. Porque, dado que Dios le haga merced de unirla en Santísima Trinidad, en que el alma le hace deiforme y Dios por participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también su obra de entendimiento, noticia y amor, o por mejor decir, la tenga obrada en la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad? Pero por modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma, porque esto es estar transformada en las tres personas en potencia y sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que pudiese venir o esto la crió a su imagen y semejanza. Y como esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios; y así lo pidió al Padre él mismo por San Juan, diciendo: Pater quos dedisti mihi, volo, ut ubi sum ego, et illi sint mecum ut videant claritatem meam quam dedisti mihi; que quiere decir: Padre, quiero que los que me has dado, de donde yo estoy, ellos también estén conmigo para que vean la claridad que me diste; es a saber, que hagan por participación en nosotros la misma obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo.

Y dice más: Non pro eis autem rogo tantum, sed, et pro eis, qui credituri sunt per verbum corum in me: ut omnes unum sunt, sicut tu Pater in me, et ego in te, ut et ipsi in nobis unum sint: ut credat mundus, quia tu me misisti. Et ego claritatem quam dedisti mihi, dedi eis, ut sint unum sicut et nos unum sumus. Ego in eis, et tu in me: ut sint consummati in unum: et cognoscat mundus quia tu me misisti, et dilexisti eos, sicut et me dilexisti; esto es: Mas no ruego, Padre, solamente por estos presentes, sino también por aquéllos que han de creer por su doctrina en mí; que todos ellos sean una misma cosa de manera que tú, Padre, estás en mí y yo en ti, así ellas en nosotros sean una misma cosa. Y yo la claridad que me has dado he dado a ellos para que sean una misma cosa, como nosotros somos una misma cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí. Que es comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación de amor; como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre que sean los santos una cosa esencial y naturalmente, como lo son el Padre y el Hijo están en unidad de amor. De donde las almas estos mismos bienes poseen por participación que él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación semejantes y compañeros suyos de Dios. De donde San Pedro dijo: Gratia vobis, et pax adimpleatur in cognitione Dei, et Christi Jesu Domini Nostri: quomodo omnia nobis Divinae Virtutis suae quae ad vitam et pietatem dona a sunt, per cognitionem ejus, qui vocabit nos propria gloria, et virtute, per quem maxima, et pretiosa nobis promissa donavit; ut per haec efficiamini Divinae consortes naturae; que quiere decir: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo nuestro Señor, de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud para la vida, y la piedad por el conocimiento de aquél que nos llamó con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos compañeros de la divina naturaleza. Hasta aquí son palabras de San Pedro, en que claramente da a entender que el alma participará al mismo Dios, que será obrando en él acompañadamente con él la obra de la Santísima Trinidad de la manera que habemos dicho, por causa de la unión sustancial entre el alma y Dios; lo cual, aunque se cumple perfectamente en la otra vida todavía, en ésta, cuando se llega el estado perfecto, como decíamos ha llegado aquí el alma, se alcanza gran rastro y sabor de ello al modo que vamos diciendo; aunque, como habemos dicho, no se pueda decir. Oh, almas criadas para estas grandezas, y para ellas llamadas, ¿qué hacéis? ¿En qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas, y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los hijos de Adán, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que en tanto que buscáis grandezas y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos! Síguese lo segundo que el alma dice para dar a entender aquello, es a saber:

El canto de la dulce filomena.

Lo que nace en el alma de aquel aspirar del aire es la dulce voz de su Amado a ella, en la cual ella hace a él su sabrosa jubilación; y lo uno y lo otro llama aquí Canto de filomena. Porque, así como el canto de filomena, que es ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos, lluvias y variedades del invierno, y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta actual comunicación y transformación de amor que tiene ya la esposa en esta vida, amparada ya, y libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada de las imperfecciones, penalidades y nieblas, así del sentido como del espíritu, siente nueva primavera en libertad y anchura y alegría de espíritu, en la cual siente la dulce voz del Esposo, que es su dulce filomena, con la cual voz, renovando y refrigerando la sustancia de su alma, como alma ya bien dispuesta para caminar a la vida eterna, la llama dulce y sabrosamente sintiendo ella la sabrosa voz que dice: Surge, propera amica mea, columba mea, formosa mea, et veni. Jam enim hiems transit, imber abiit, et recessit. Flores apparuerunt in terra nostra, tempus putationis advenit: vox turturis audita est in terra nostra; esto es: Levántate, date priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven; porque ya ha pasado el invierno, la lluvia se ha ya ido muy lejos. Las flores han aparecido en nuestra tierra, el tiempo de podar es llegado, y la voz de la tórtola se oye en nuestra tierra; con la cual voz del Esposo, que se la habla en lo interior del alma, siente la esposa fin de males y principio de bienes, en cuyo refrigirio y amparo y sentimiento sabroso, ella también, como dulce filomena, da su voz con nuevo canto de jubilación a Dios, juntamente con Dios, que la mueve a ella. Que por eso él da su voz a ella, para que ella en uno la dé junto con él a Dios; porque ésa es la pretensión y deseo de él, que el alma entone su voz espiritual en jubilación de Dios, según también el mismo Esposo se lo pide a ella en los Cantares diciendo: Surge, amica mea, speciosa mea, et veni: columba mea in foraminibus petrae, in caverna maceriae ostende mihi faciem tuam, sonet vox tua in auribus meis: que quiere decir: Levántate, date prisa, amiga mía, paloma mía, en los ahujeros de la piedra, en la caverna de la cerca, muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos. Los oídos de Dios significan aquí los deseos que tiene Dios de que el alma le dé esta voz de jubilación perfecta, pide el Esposo que la dé y suene en las cavernas de la piedra, esto es, en la transformación que dijimos de los misterios de Cristo; que, porque en esta unión del alma jubila y alaba a Dios, hace las obras muy perfectas; y así, esta voz de jubilación es dulce para Dios y dulce para el Alma.

Que por eso dijo el Esposo: Vox enim tua dulcis; Tu voz es dulce; es a saber, no sólo para ti, sino también para mí, porque estando conmigo en uno, das tu voz en uno de dulce filomena para conmigo. En esta manera es el canto que pasa en el alma en la trasformación que tiene en esta vida del sabor de él, la cual es sobre todo encarecimiento. Pero, por cuanto no es tan perfecto como el cantar nuevo de la vida gloriosa, saboreada el alma por éste que aquí siente, rastreando por el alteza de este canto la excelencia que tendrá en la gloria, cuya ventaja es mayor sin comparación, hace memoria de él, y dice que aquello que le dará será canto de la dulce, y dice luego:

El soto y su donaire.

Ésta es la tercera cosa que dice el alma ha de dar el Esposo. Por el soto, por cuanto cría en sí muchas plantas y animales, entiende aquí a Dios, en cuanto cría y da ser a todas las criaturas. Las cuales en él tienen su vida y raíz, la cual es mostrarle Dios y dársele a conocer en cuanto es criador. Por el donaire de este soto, que también pide al Esposo el alma aquí para entonces, pide la gracia y sabiduría y la belleza que de Dios tiene, no sólo cada una de las criaturas, así terrestres como celestes, sino también la que hacen entre sí en la correspondencia sabia, ordenada, grandiosa y amigable de unas a otras, así de las interiores entre sí, somo de las superiores también entre sí, y entre las superiores y las inferiores; que es cosa que hace al alma gran donaire y deleite conocerla. Síguese lo cuarto, y es:

En la noche serena.

Esta noche es la contemplación en que el alma desea ver estas cosas; llámala noche, porque la contemplación es obscura, que por eso se llama por otro nombre mística teología, que quiere decir sabiduría de Dios secreta o escondida, en la cual, sin ruido de palabras y sin ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y quietud, a escuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios ocultísima y secretísima al alma, sin ella saber cómo, lo cual algunos espirituales llaman entender no entendiendo; porque esto no se hace en el entendimiento que llaman los filósofos activo, cuya obra es en las formas y fantasías y aprehensiones de las potencias corporales; mas hácese en el entendimiento en cuanto posible y pasivo; el cual, sin recibir las tales formas, sólo pasivamente recibe inteligencia sustancial, desnuda de imagen, la cual le es dada sin ninguna obra ni oficio suyo activo, y por eso llama a esta contemplación noche, con la cual en esta vida conoce el alma, por medio de la transformación, que ya tiene altísimamente este divino soto y su donaire. Pero, por más alta que sea esta noticia, todavía es noche obscura en comparación de la beatífica que aquí pide; y por eso dice, pidiendo clara contemplación, que es este gozar del soto y su donaire y las demás cosas, que ha dicho sea en la noche ya serena, esto es, en la contemplación ya clara y beatífica; de manera que deje ya de ser noche en la contemplación obscura acá, y se vuelva en contemplación de vista clara y serena de Dios allá. Y así, decir en la noche serena, es decir en contemplación clara y serena de la vista de Dios. De donde, David, de esta noche de contemplación dice: Et nox illuminatio mea in deliciis meis; esto es: La noche serena es mi iluminación en mis deleites; que es como si dijera: Cuando esté en mi deleite de vista esencia de Dios, ya la noche de contemplación habrá amanecido en día y luz en mi entendimiento. Síguese:

Con llama que consume y no da pena.

Por la llama entiende aquí el amor del Espíritu Santo. El consumir significa aquí acabar y perfeccionar. El decir pues, el alma que todas las cosas que ha dicho en esta canción se las ha de dar al Amado, y las ha ella de poseer con amor consumado y perfecto, absortas todas y ella con ellas, en amor perfecto y que no da pena, es para dar a entender la perfección entera de este amor; porque, para que lo sea, estas dos propiedades ha de tener; conviene a saber, que consuma y transforme el alma en Dios, y que no dé pena la inflamación y transformación de esta llama en el alma. Lo cual no puede ser sino en el estado beatífico y donde ya esta llama es amor suave; porque en la transformación del alma en ella hay conformidad y satisfacción beatífica de ambas partes; y por tanto no da pena de variedad en más o menos, como hacía antes que el alma llegase a la capacidad de este perfecto amor; porque, habiendo llegado a él, está el alma en tan conforme y suave amor con Dios, que, con ser Dios, como dijo Moisés «fuego consumidor»: Dominus Deus tuus, ignis consumens est; ya no le sea sino consumador y reficionador, que no es ya como la transformación que tenía en esta vida el alma, que, aunque era muy perfecta y consumadora en amor, todavía le era algo consumidora y detractiva, a manera del fuego en la ascua, que, aunque está transformada y conforme con ella, sin aquel restallar y humear que hacía antes que en sí la transformase, todavía aunque la consumaba en fuego, la consumía y resolvía en ceniza. Lo cual acaece en el alma que en esta vida está transformada con perfección de amor, que, aunque hay conformidad, todavía padece alguna manera de pena y detrimento; lo uno, por la transformación beatífica que siempre echa menos en el espíritu, lo otro, por el detrimento que padece el sentido flaco y corruptible con la fortaleza y alteza de tanto amor; porque cualquiera cosa excelente es detrimento y pena a la flaqueza natura; porque, según está escrito: Corpus enim quod corrumpitur, aggravat animam. Pero en aquella vida beatífica ningún detrimento ni pena sentirá, aunque su entender será profundísimo y su amor muy inmenso; porque, para lo uno le dará Dios habilidad, y para lo otro fortaleza, consumando Dios su entendimiento con su sabiduría y su voluntad con su amor.

Y porque la Esposa ha pedido en las precedentes canciones y en la que vamos declarando inmensas comunicaciones y noticias de Dios, con que ha menester fortísimo y altísimo amor para amar según la grandeza y alteza de ellas, pide aquí que todas ellas sean en este amor consumado, perfectivo y fuerte.

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