V

En sociedades tales el más intimo lazo social es la religión, y con ella una moral externa, de lex, de mandato, que engendra casuismo y métodos para ganar el cielo. De todos los países católicos, acaso haya sido el más católico nuestra España castiza.
El catolicismo dominicano y el jesuítico, son tan castellanos como italiano el cristianismo franciscano. Una fe, un pastor, una grey, unidad sobre todo, unidad venida, de lo alto, y reposo además, y sumisión y obediencia perinda ac cadaver.
Este pueblo de las disociaciones y los contrastes se acomodaba bien á afirmar dos mundos, un Dios y un Diablo sobre ellos, un infierno que temer y un cielo que conquistar con la libertad y la gracia, ganando al Dios misericordioso y justo. Fué éste pueblo de teólogos cuidadosos en congruir los contrarios; teólogos todos, hasta los insurgentes, teólogos del revés los librepensadores. En la teología no hay que desentrañar con trabajo hechos, sino combinar proposiciones dadas, es asunto de « agudeza de ingenio », de intelectiva. De esta casta brotaron los principales fautores de Trento, y los llamados Domini canes, la Orden de Predicadores que se estrenó contra los albigenses, y la Milicia de Jesús más tarde. Un portugués, el impetuoso San Antonio, fué el que primero peleé contra herejes en la Orden de paz y de tolerancia de pobrecito de Asís.
Que las castizas guerras de nuestra edad del oro fueron de religión... Esta era el lazo social, y a unidad religiosa forma suprema de la social. Para demarcar, por vía de remoción, la unidad nacional, se expulsó judíos y moriscos y se cerró la puerta á luteranos, por « sediciosos, perturbadores de la república (22)». Ordenes militares religiosas se fundaron en España para la cruzada interior que reconquistara el propio suelo, y en ninguna parte más vivo el sentimiento de la hermandad entre el sacerdote y el guerrero que en el pueblo que dió tantos curas guerrilleros en la francesada. Guerras religiosas, sí, en cuanto el reino de la religión se extiende á este mundo, en cuanto institución para sustento de la máquina social y mantenimiento del orden y del silencio y de la obediencia á la ley.
Aquellas almas fueron intolerantes, no por salud y vigor, sino por pobreza de complejidad, porque no sólo tolera el débil y el escéptico sitio sino el que en fuerza de vigor penetra en otros y en el fondo de verdad que yace en toda doctrina, puesto que hay junto á la tolerancia por exclusión otra por absorción. Temían las masas doctrinas, las ideas, porque eran éstas en ellos categóricas é impulsivas; temían más la « soberbia del espíritu » que la « concupiscencia de la carne »; por la razón temían haber de venir la caída. Mas ellos no razonaron su intolerancia como tal, que esto se queda para los que no la sienten. Aquellos conceptistas concebían sus conceptos por exclusión y la religión como lazo social y base de unidad civil. Valía más según el duque de Alba, conservar mediante guerra un reino arruinado para Dios y el Rey, que tenerlo, sin esto, entero, en provecho del demonio y de los herejes sus secuaces.
A la ley había que someterse por la fe, que era confianza, sobre todo, confianza en que el Rey celestial no habría de negar una hora de arrepentimiento al que obedeciese, aunque no cumpliera sus mandatos. Paulo el ermitaño, se condena por desconfiar de su salvación,

« porque es la fe en el cristiano, que en sirviendo á Dios y haciendo buenas obras, ha do ir á gozar de él en muriendo »,

por querer que Dios le diga si se ha de salvar ó no; y Enrico el de los « latrocinios, cuchilladas, heridas, robos, salteamientos y cosas deste modo », el que mató treinta hombres y forzó seis doncellas, como « aunque es tan malo, no deja de tener conocimiento de la santa fe », sino que abriga esperanza siempre de que tiene de salvarse, esperanza no fundada en obras suyas,

« sino en saber que se humana

Dios con el más pecador y con su piedad lo salva »,

sálvase por acto de arrepentimiento, llevándole al cielo « dos paraninfos alados. » La misma concepción en el fondo que esta de El Condenado por desconfiado, de Tirso, es la de La Devoción de la Cruz, de Calderón. El genio oculto de la sociedad, su intraconciente providencia, dió cedida del cielo y terror al infierno á aquellos anarquistas. Donde Paulo, el ermitaño, al creerse condenado como el bandido Enrico, exclama:

« si su fin he de tener

tenga su vida y sus hechos! »

allí es donde adquiere, en virtud del contraste, plena significación el « aunque no hubiera infierno te temiera ». En el fondo de aquellas naturalezas de un individualismo salvaje quedaba chispa de fe; poso de sumisión á una terrible ley externa, hado de la sociedad, á la que había que obedecer, mal que no se la cumpliera. A Sancho el socarrón le parecía un demonio « hombre de bien y buen cristiano, » al oírle jurar « en Dios y en mi conciencia », y concluía que « aún en el mismo infierno debe haber buena gente ». ¡Respeto, respeto ante todo y horror al escándalo! « Gracias á Diós, todo está tranquilo en los Países Bajos », gracias á Dios y al Consejo de sangre.
La religión cubría y solemnizaba. Para que les enseñaran « las cosas de nuestra santa fe católica » encomendaban indios á los aventureros de América. ¡Extraña justificación de esclavitud! Y allá, en aquellas mismas tierras de nuestra castiza epopeya viva, vírgenes de policía, donde se desenfrenaban las pasiones, cuando Pizarro, Almagro, y el maestrescuela Luque hicieron convenio de repartirse la presa de la conquista del Perú, aportando el último, socio capitalista, 20.000 pesos, y su industria los otros dos, entonces cierran el trato en Misa celebrada por Luque, en que comulgaron los tres de una sola y misma Hostia. ¡Qué de miserias irreligiosas brotaron de este solemne y consagrado trato!



Afirmaba el alma castellana castiza con igual vigor su individualidad una frente al mundo vario, y esta su unidad proyectada al exterior; afirmaba dos mundos y vivía á la par en un realismo apegado á sus sentidos y en un idealismo ligado á sus conceptos.
Intentó unirlos y hacer de la ley suprema ley de su espíritu, en su única filosofía, su mística, saltando de su alma á Dios. Con su mística llegó á lo profundo de la religión, al reino que no es de este mundo, al manantial vivo de que brotaba la ley social y á la roca viva de su conciencia.
En ninguna revelación del alma castellana que no sea su mística se entra más dentro en ella, hasta tocar á lo eterno de esta alma, á su humanidad; y en ninguna otra tampoco se ve más al desnudo su vicio radical que en la pseudo-mística, en los delirios del alumbrismo archi-sensitivo y ultra-intelectivo, en aquel juntar en uno 1a unión sexual y la del intelecto con el sumo concepto abstracto, con la nada.
Por su mística castiza es como puede llegarse á la roca viva del espíritu de esta casta, al arranque de su vivificación y regeneración en la Humanidad eternas


(1) Asi lo llama en sus conferencias acerca de « Calderón y su teatro » el Sr. Menéndez y Pelayo, añadiendo de él que es « poeta españolísimo », « nuestro poeta nacional por excelencia », el que « cifra, compendia y resume en sí todas las grandezas intelectuales y poéticas de nuestra edad de oro… la España antigua con toda la mezcla de luz y de sombra, de grandeza y de defectos. »
(2) En la ópera es donde halla representación. Así es que el genuino teatro alemán es Wagner con el leitmotiv de melodía infinita que se desarrolla en sinfonía armónica é inarticulada.
(3) « Pecado capital de Calderón », llama el Sr. Menéndez á la monotonía.
(4) Calderón es poeta idealista « porque ha excluido absolutamente de su teatro todos los lados prosaicos de la naturaleza humana », (M. y P.) ¡Prosa de la vida, fondo inmenso de eterna poesía!
(5) « Vaya el que fuere curioso á Belarmino », dice Tirso al acabar su hermoso drama El condenado por desconfiado.
(6) Véase A. F. Schack Historia de la literatura y el arte dramático en España, segundo periodo, parte primera, Cap. X (páginas 450 y459 del tomo II, de la traducción de D. Eduardo de Mier). El Sr. Menéndez compara el gracioso al coro de la tragedia clásica.
(7) Alabando Hernando de Pulgar en Los claros varones de España al almirante D. Fadrique, porque « ninguna fuerça de la fortuna abaxó la fuerça de su coraçon », añade: « Loan los historiadores romanos por varón de gran ánimo á Caton, porque se mató no pudiendo con paciencia sufrir la victoria de César su enemigo. Yo no sé por cierto qué mayor crueldad le hiciera el César de la que él se hizo... Y adornan su muerte diziendo que murió por aver libertad. Y ciertamente no puedo entender qué libertad pueda aver para sí ni para dar á otro el hombre muerto », Esto último es castizo y de oro puro.
(8) Ya Tucidides decía (VI, 90) que los iberos eran tenidos comúnmente por los más belicosos de los bárbaros, y Trogo Popeyo que si les falta guerra fuera, se la buscan dentro.
(9) Véase el cap. LXIV del libro IV de El Mundo como voluntad y representación, donde cita el caso de aquel boticario (á quien hace obispo) que en la francesada envenenó á varios oficiales (generales los hace) convidándoles á su mesa, y envenenándose él con ellos. Aquí estriba lo heroico para Schopenhauer. Remite para más ejemplos al cap. XII del libro II de Montaigne.
10) « Ser bien nacido y de claro linaje es una joya muy estimada, pero tiene una falta muy grande, que sola por si es de muy poco provecho, así para el noble como para los demás que tienen necesidad. Porque ni es buena para comer, ni beber, ni vestir, ni calzar, ni para dar ni fiar; antes hace vivir al hombre muriendo, privado de los remedios que hay para cumplir sus necesidades, pero junta con la riqueza no hay punto de honra que se le iguale. Algunos suelen comparar la nobleza al cero de la cuenta guarisma, el cual solo por si no vale nada, pero junto con otro número le hace subir mucho. »
Dice el doctor Juan Huarte en el cap. XVI de su Examen de ingenios.
(11) « Acabando este castigo comenzaré á prender algunos particulares de los más culpados y más ricos para moverlos que vengan á composición. » « De estos tales se saque todo el golpe de dinero que sea posible. » Así escribía á su amo y señor desde los Países Bajos el duque. (Documentos inéditos, tomo IV, pág. 489).
(12) Del que no ha recibido aún el barniz de los romances, del viejo, el del Poema. El cual se sale de casa porque el rey le airó por haber « priso » grandes y soberanos haberes retenendo de ellos « quanto que fué algo » (110-114), mas se consuela porque

Hya, caballeros, dezir vos he la verdad
Qui en un logar mora siempre, lo so puede menguar
(v. 947 y 948).
Si con moros non lidiaremos, no os darán del pan
(673),

y se va á tierra de moros á meterse en «arrancadas provechosas (v. 1233) para ganarse « averes » y « marcos de plata » y hacer « duenas ricas » á su hijas y mujer. ¡Y que nos costaba poco! Suban, suban ellas al alcázar de Valencia, á contemplar la heredad que los ha ganado Rodrigo, y véanle lidiar que

« afarto verán por los oios commo se gana el pan. » (v. 1642).

Corran por Aragón y Navarra pregones; el que en buen hora nació llama á quien quiera llegar á rico saliendo de cuitas « perder cueta e venir á rritad » (1689).
Y así, « al sabor do la ganancia », se le « acoien yentes de la buena christiandad ». Mas teme que una vez tomada Valencia y ellos « abondados en rritad » se le vayan con los haberes y manda quitárselos al que le cojan desertor, y al palo con él (v. 1245-1255). ¿Qué remedio? ¡Hay que vivir, buen D. Ramón, conde de Barcelona! ¡No te aflijas tanto, ni dejes de comer, ve libre!, pero sin los haberes quo perdiste en lid porque

« prendiendo de vos e de otros, ir nos hemos pagando » (1406).

Prendiendo á fuerza ó estafando á judios con astucia de pícaro. Véanse además los versos 510 y siguientes, 795 á 807, 1040 á 1048, 1149, 1245, 1266 á 1269, 1334 y sigs., 1736 y sigs., 1775 y sigs., 2315, 2430, 2466, 2493 y sigs. de la edición Vollmöller.
En las canciones de gesta francesas no domina tanto el botín.
(13) Llegó á componerse de frailes y monjas la tercera parto de la población de España, y en tiempo de Felipe III, principios del siglo XVII, salían de España, según el licenciado Pedro Fernández de Navarrete, al año 40.000 personas « aptas para todos los ministerios de mar y tierra ».
(14) « El que verdaderamente ama es necesario que se turbe con la dulzura del soberano deleite que por el Hacedor de las cosas fué puesto porque el linaje de los hombres se perpetuase, sin lo cual perescería. » « La natura huye lo triste y apetesce lo deleitable. » Véase además lo que dice Celestina á Areusa en el acto sétimo.
(15) La peste del sadismo inficiona la literatura francesa, como si no hubiera más realidad que la injuria. En la típica novela de Laclos llega al proselitismo con la repugnante marquesa de Merteuil. Y « avec quel art consommé elle distille et insinue son venin! » En nuestros días « A rebours » de Huysmans, ofrece un ejemplo asqueroso.
(16) En el librearbitrismo, el poder opresivo suple á la caída naturaleza; en el fatalismo representa á la ley externa del hado; cuando se ve por el contrario, ley determinante de la voluntad, se fía en el hombre. Así es como « el dejad hacer, dejad pasar », brotó de la concepción optimista del homo oeconomicus, que conoce siempre su verdadero interés, y de la fe en que éste se concilia con el colectivo; de un determinismo.
« ¡Libertad! Bien entendida, ¡hermosa palabra!.. Un pueblo jamás se hace maduro ni prudente; siempre es niño », dice el duque de Alba en el Egmont de Goethe. ¡Libertad bien entendida! Y para hacerla entender, ¡palo limpio y tente tieso!
(17) ¡Gran virtud el silencio y el secreto para la casta de Pero Mudo! Ya de antiguo cuidaban más de él que de la vida; su fidelidad brillaba en el secreto. Sape tormentis pro silentio erum immortui adeo illis fortior taciturnitatis cura quam uitae, decía de los españoles Justino
¡Secreto! Y consigo mismo reserva mental. « ¡Calla! - dice Doña Urraca á Bellido Dolfos; - si es traición, y en mi querella, - excusará el no saberla - la culpa de no excusalla. »
(18) Corneille, en su Le Cid, suprimió este vigoroso rasgo, así como lo más enérgico del diálogo precitado entre el conde Lozano y Peranzules. Dice en cambio:

« Mais, puisque c’en est fait, le coup est sans remède. »

¡Qué diferencia! Los héroes de Corneille son muy civilizados.
(19) « Y por cierto no vi en mis tiempos ni ley que en los passados viniessen tantos cavalleros de otros reinos y tierras estrañas á estos nuestros reinos de Castilla y de León por hazer armas en todo trance, como vi que fueron cavalleros de Castilla á las buscar por otras partes de la christiandad… Y fué informado que el capitán francés ó el italiano tenía entonces por muy fornescida la esquadra de su gente quando podía ayer en ella algunos cavalleros castellanos, porque conoscía delios tener esfuerço y constancia en los peligros más que de las otras naciones. Vi también guerras en Castilla, y durar algunos tiempos; pero no vi que viniessen á ella guerreros de otras partes. Porque assi como ninguno piensa llevar hierro á la tierra de Vizcaya, donde ello nace bien, assi los estrangeros reputaban á mal seso venir á mostrar su valentía á la tierra de Castilla, do saben que ay tanta abundancia de fuerças y esfuerço en los varones della que la suya será poco estimada. »
Hernando de Pulgar, en el titulo XVII (Rodrigo de Narváez) de Los Claros varones de España.
(20) « Señor, bien sé que vuestra señoría es muy buen caballero y que sus padres lo fueron también, pero yo y mi brazo derecho, á quien ahora reconozco por padre, somos mejor que vos y todo vuestro linaje », decía un capitán á un caballero, según nos lo cuenta, en el cap. XVI de su Examen de Ingenios, el Dr. Juan Huarte. (21) En la Chanson de Roland á cada paso lloran los héroes, y aun se desmayan de tendrur. En cierta ocasión cien mil franceses de una vez (verso 2032). A los caballeros franceses es á los que sobro todo se aplica lo que decía Flaubert (Madama Bovary) « bravos como leones, dulces cual corderos, virtuosos como no se es, bien puestos siempre y que lloran como urnas ». A nuestro buen maese Nicolás, el barbero, le gustaba más Galaor que Amadís, « porque no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano. »
(22) Durante la Reconquista no había empeño alguno en convertir a los moros, con los que se entendían no mal los cristianos. El Cid del
Cantar jamás piensa en tal cosa, pelea con ellos para ganarse el pan (verso 673), y al no poder venderlos considera que nada gana con descabezarlos (versos 619-620). Así es que le bendicen y tiene entre ellos á su gran amigo « natural », Avegalvón. En la Chanson de Roland, por el contrario, preocúpanse de destruir á los paganos, paiens, que siguen la ley de Mahoma, Apolo y Tervagán, y hacen de la guerra un juicio de Dios (verso 3670). En las canciones de gesta francesas, al conquistar una ciudad infiel, obligan, so pena de muerte á que se bauticen á sus habitantes todos, ne seit ocis ó devient chrestiens. (V. Roland, versos 102 y 3670, Gui de Bourgogne, versos 3063, 3071-74, 3436-38; Huon de Bordeaux, 6657-59, etc., etc)
Donde resalta la diferencia es en la toma de Zaragoza por Carlo Magno, y la de Valencia por el Cid. Toma el emperador Zaragoza, y entran sus soldados en mezquitas, mahumerias, y sinagogas, destruyendo ídolos, ¡ídolos en mezquitas y sinagogas!, porque Carlos cree en Dios y quiere hacer su servicio, fare voelt sun servise; llevan á los paganos al bautisterio, y al que se niega hacer la voluntad de Carlos lo cuelgan, matan ó queman. Así bautizan más de cien mil « verdaderos cristianos », veir chretien (versos 3660-3674).
¡Cuán otro el cuadro de la toma de Valencia!

« Quando myo Cid gañó á Valencia é entró en la çibdad

Los que fueron de pie cavalleros se fazen.

El oro é la plata ¿quién vos lo podrie contar?

Todos eran ricos quantos que allí ha.

Myo Cid Don Rodrigo la quinta manda tomar.

En el aver monedado XXX mill marcos le caen;

E los otros averes ¿quién los podrie contar? »

(Versos 1212 á 1218.)

Y así continúa. ¡Cómo se ve que lo uno tiene de ficción imaginativa más, y más lo otro de historia concreta! Mas por debajo aparecen los hombres. Cierto es que los franceses no conocían á los moros como los castellanos.

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