TRES SON LAS veredas extáticas, aun cuando de antiguo solamente dos fueron declaradas y seguidas: Caminos contrarios, que sin embargo conducen á un mismo final, porque todos los caminos prolongados hasta el infinito, fatalmente en el infinito se encuentran. De estas dos veredas la una es gozosa y la otra desengañada: La una descubre el pecado en todo el entender carnal de los sentidos, y la otra un feliz desleimiento en el seno de todas las cosas: Por la una oye el alma las músicas panidas, por la otra sólo alcanza desconsolada soledad, yerma quietud, y en toda la largura de estas dos veredas tan contrarias, se percibe el ondular sutil de la serpiente: En la ortodoxia cristiana, panteísmo y quietismo proyectan una sombra de herejía, porque las almas nunca peregrinan por sus tránsitos sin quebrantar el Enigma Ternario de Dios. Panteísmo y quietismo son aquellas dos columnas simbólicas que estaban á uno y otro lado de la magna puerta, en el templo cabalístico de Salomón: Estas dos columnas representaban en la doctrina oculta de los magos caldeos, los misterios del antagonismo, y la lucha entre el hombre y la mujer, porque según la interpretación hermética, la mujer debe resistir al hombre y el hombre debe fascinarla, para someterla. El principio de acción busca al principio de negación, y así la serpiente del símbolo quiere morderse la cola, y al girar sobre sí misma se huye y se persigue. Quietismo y panteísmo, son las dos claves místicas, representadas en Bohasy Jakin.
¡Y las dos columnas simbólicas se unieron bajo la curva del arco! ¡Y entre las dos iba un camino de estrellas! Desde aquel día de amor, quien buscó una orientación cierta para llegar á conocer intuitivamente, fué por este camino siguiendo las pisadas y la sombra blanca de Cristo Redentor. No hay otra verdad que las celestiales palabras con que se cierra el libro cabalístico de La Tabla de Esmeralda: Te doy el amor en el cual está contenido el sumo conocimiento. —Sólo el corazón que ama milagrosamente todas las cosas, sólo la mano que bendice, puede enlazar el momento que pasó con el que se anuncia, y detener el vuelo de las horas. Aquél que en el grano infinitamente pequeño de cada instante gozase en amor todas las vidas que una vez han sido, todas las que son, todas las que aguardan ser, volvería á trasmudar el pan y el vino en la carne y la sangre del Verbo. Si la serpiente cerrara el círculo se tornaría divina. Tornarse centro de amor, tal es el ideal abierto como una fuente viva en la roca del mundo, por aquel blanco techador de casas que murió en la cruz y fué anunciado como el Hijo del Hombre. El Nazareno, por el amor, unidad y eternidad de su esencia, gozó la comunión con el Espíritu: Por el amor se convirtió en las ansias de todo lo creado y en la Idea del Padre Creador.
El Símbolo del Verbo enlazó la doctrina estática de quietistas y panteístas. El quietismo, tal como lo entendieron los gnósticos alejandrinos, es el beato desasimiento de la vida, y el aborrecimiento por las ejemplares formas de las cosas, eternos vasos del Eterno Padre: El quietismo es la comunión con el Paracleto. Y contrariamente, el éxtasis panida representa la suma en el arcano sideral y los desposorios con el Alma Creadora: Así por modos diversos, quietismo y panteísmo rompen el Divino Ternario. ¡Y sin embargo, en la antagonía de estos dos caminos encuentra el alma iguales goces cuando se reposa en su término, porque los caminos más contra puestos se juntan en el Infinito! El Paracleto representa la quieta Unidad. El Demiurgo resume el Todo. El Verbo es el amor universal que las enlaza.