VII.

La rosa clásica de maravillosa geometría, enlace del momento que pasa y el que se anuncia, sella el enigma del presente y se abre en el cielo, todo amor, del verbo.

 

LA TERCERA ROSA ESTÉTICA apenas se anuncia en el alba del día, rosa enigmática del matiz, su aroma perdura en todas las vidas, á través de las horas y de las mudanzas: Con las vidas nace, con las vidas muere. El matiz, modo el más sutil de amar la belleza, es una intuición quietista que intenta el conocimiento de todas las cosas por aquella condición que no muda en ellas, y busca necesariamente al hombre en el secreto de su conciencia, como él se busca á sí mismo, y en la responsabilidad que le hace eterno para el enjuiciamiento de Dios. Conocer las cosas en su eternidad, es conocerlas en un sentido divino. El arte arcaico las buscó en la eternidad de las formas, el clásico en la eternidad del amor que todo lo enlaza, el místico en la eternidad de conciencia.

Pero esta sierpe de orgullo que hace sus anillos de nuestras horas, es lo más difícil de conocer y definir. Apenas sabemos balbucear el secreto sentimental que nos hace distintos, porque cuando creemos vivir para nosotros, vivimos para la especie. Nos guía su instinto lo mismo en el dolor que en el deleite. Conocemos con un conocimiento que busca la razón de utilidad, y esclavos del impulso obscuro del eterno semen, no podemos descifrar el sentido esotérico del mundo. Para llegar á tan sutil y transcendente estado hay que amar todas las vidas como ellas se aman, y conocerlas fuera de los sentidos, como ellas se conocen, en un supremo alejamiento de cuanto á nuestros fines dice utilidad. El conocer de los ojos y de los oídos, todo el humano y carnal conocimiento exprime dolor, porque encubre siempre el deseo de perpetuarnos sobre el haz de la Tierra. Los sentidos aprenden á distinguir las cosas, no por lo que ellas son, sino por el aspecto que conviene á nuestro egoísmo, que es el egoísmo de la especie, y cuando creemos saber mejor, solamente aumentamos el caudal de nuestras acciones utilitarias. Para amar las cosas hay que sentirlas imbuidas de misterio, y contemplarlas hasta ver surgir en ellas el enigma obscuro de su eternidad. Solamente cuando nuestra conciencia deduce un goce ajeno á toda razón de utilidad temporal, comenzamos á entrever el significado místico de la onda, del cristal, de la estrella. Contemplación, meditación, edifica caminos de luz por donde el alma huye de su cárcel.

La rosa del matiz es la llama pequeña con que nace una vida, y la llama pequeña con que se apaga. Es el primer instante y el último instante de todas las esencias, místico enlace que junta los dos polos del nacer y del morir en el principio de conciencia que nos pasa de claro como una flecha. El hierro que me rasga el costado derecho, es el mismo que por el izquierdo me asoma, y así pudieron decir los sabios magistas que el primer instante está contenido en el último instante. Todas las mudanzas de nuestra vida temporal, son vanas apariencias, y á su final se integran como unidad de amor ó de dolor en el arcano de otra vida inmortal. Este es el terrible misterio del camino que hacemos sobre la tierra. ¡Labramos un estado eterno de conciencia sobre el vuelo de las horas, y las hacemos quietas en la razón de responsabilidad, al pasar bajo el arco de la muerte. Pero nunca sabremos de nosotros mismos, sino recordando y mirando atrás. Del grano de las horas fluye la eternidad del Pecado.

Share on Twitter Share on Facebook